En el Ecuador el ambiente era de incertidumbre y disgusto. Si bien la sociedad gozaba de un período de once años de estabilidad democrática (cosa rara para la época), la economía ecuatoriana sufría por una caída de las exportaciones de banano que generaba desempleo y malestar. Era el gobierno del socialcristiano Camilo Ponce Enríquez, quien ha pasado a los anales de la historia ecuatoriana como uno de los pocos prohombres que en el país han sido. Sin embargo, hace 56 años, ese presidente ordenó a las Fuerzas Armadas ‘tirar a matar’ a miles de estudiantes y manifestantes que en Guayaquil protagonizaron una revuelta el 02 y 03 de junio de 1959. Este evento, que debió marcar la verdadera herencia de Ponce Enríquez, fue barrido bajo la alfombra de la memoria.
La administración de Ponce Enríquez se había caracterizado por realizar grandes obras de infraestructura tales como carreteras, telecomunicaciones, aeropuertos (Quito y Guayaquil), el palacio del Congreso Nacional, la Cancillería y la Caja del Seguro que, de acuerdo a la narración acomodaticia de los naftalinos libros de historia, constituyen el legado de aquella gestión socialcristiana. Sin embargo, casi al final de ese mandato constitucional, la contracción fiscal condujo a un grado de ebullición social que se derramó en las calles y devino en una protesta estudiantil que, como muchos otros eventos oscuros de nuestro pasado, ha sido silenciada por voces que siempre prefirieron ignorar hechos ominosos a fin de apuntalar la imagen de determinados personajes y pintarlos como hombres incuestionablemente probos, infalibles y referentes del progreso y del desarrollo.
Sin embargo, la tradición oral que caracteriza a nuestra sociedad, los relatos ciudadanos y varias crónicas han proporcionado datos y detalles de aquella brutal represión de estudiantes, que se produjo entre la noche del 2 y la madrugada del 3 de junio de 1959, en el que murieron alrededor de 500 personas a manos de las Fuerzas Armadas por orden directa de Camilo Ponce Enríquez.
Años más tarde, Ponce Enríquez diría: “…Guayaquil estuvo al borde de la destrucción… yo tuve que hacerles frente, mereciendo el aplauso de lo más representativo de Guayaquil y la justificación del Congreso… yo ordené que la fuerza pública salvara a Guayaquil… y lo volvería a hacer en circunstancias análogas. Al igual que el 15 de noviembre de 1922, hoy también lo más representativo del país y de la prensa aprobó la masacre de unos pocos hampones, marihuaneros y prostitutas”.
Lo que pasó
El 2 de junio, policías a caballo abrieron fuego contra un grupo de estudiantes que se había concentrado en la esquina de las calles 10 de Agosto y Boyacá para protestar. Cinco muertos fue el saldo de aquel día. Los muchachos habían declarado un paro en solidaridad con estudiantes manabitas que habían sido reprimidos violentamente en días anteriores a raíz de la muerte de un conscripto en esa provincia. Estudiantes y pueblo se enfrentaron a los militares en Portoviejo y se volvieron a enfrentar en Guayaquil. El gobierno declaró toque de queda y decretó zona de seguridad en el país, con lo que permitió el ingreso de tanques a las calles de Guayaquil. Los militares intentaron secuestrar los cuerpos de los cinco estudiantes fallecidos que reposaban en la morgue, pero el pueblo allí reunido lo impidió. El clamor ciudadano era el de un sepelio digno para los compañeros.
Después del funeral, un grupo de estudiantes enardecidos se dirigió al Cuartel Modelo de la Policía, donde fueron recibidos por bala de ametralladora proveniente de los tanques que se habían instalado ahí el día anterior. La orden fue “tirar a matar” y los militares la siguieron al pie de la letra. El gobierno reconoció que el exceso de las fuerzas del orden causó la muerte de 16 personas y 89 heridos. Sin embargo, cifras posteriores y recuentos de los hechos calculan que esa cifra era mucho mayor. Algunos relatos hablan de 500 muertos, pero también hay otros que calculan una cifra de 2000 asesinados.
El coronel Luis Ricardo Piñeiros, jefe de la Segunda Zona Militar, se atribuyó la acción heroica de haber “salvado a Guayaquil del caos”. Aupados por la prensa y la oligarquía, los sepultureros del pueblo se vanagloriaron una vez más de haber limpiado a la escoria de la ciudad y haberle retornado la paz y la calma.
Debo confesar que en ningún texto de la investigación que realicé para escribir esta nota, encontré los nombres de los ciudadanos guayaquileños que murieron aquellos 2 y 3 de junio de 1959. Los poderes fácticos de ayer y hoy han sido exitosos al borrar de la historia ecuatoriana eventos como este. Sin embargo, sabemos que fueron estudiantes, artesanos, profesionales, amas de casa, comerciantes y ciudadanos comunes quienes fallecieron en esas jornadas, no solo “hampones, marihuaneros y prostitutas”.
Los anónimos fallecidos constituían un estorbo para las fuerzas políticas del momento, que no podían permitir que la protesta y convulsión sociales mancillaran la ‘impecable’ imagen de una administración relativamente productiva, o productiva al estilo burgués, que inauguraba obras grandes, sí, pero de relumbrón.
Esos anónimos fallecidos fueron condenados al olvido, y -muchos dicen- enterrados en una fosa común cerca de la base de San Antonio, para que la prensa ‘independiente’ hiciera su trabajo de siempre: escribir la historia conveniente y omitir los eventos inconvenientes, de modo que la imagen ‘impoluta’ de Ponce, en este caso, subiera a los altares que tiene la derecha para sus líderes.
Sign up here with your email
8 comentarios
Write comentarios¡Gracias, por refrescar la memoria de los/as ecuatorianos/as
Reply¡Gracias, por refrescar la memoria de los/as ecuatorianos/as
Reply1959 fue hace bastante,pero ni siquiera de AZTRA se habla ya.Tienen toda la razón los políticos al decir que los pueblos no tienen memoria y actúan conforme.Además se valen de la TV,la bomba lacrimógena para el cerebro....
ReplyHace unos 25 años llegué a conocer a un imbabureño,ex sargento del ejército,que estuvo allá.Ël afirmaba que los muertos eran entre 2000 y 3000,juzgando por la cantidad de relojes y anillos que habían acumulado los compañeros....
ReplyMUY BUEN RECORDATORIO, ASÍ ES LA HISTORIA DE LOS PUEBLOS PERO EN ALGÚN MOMENTO SALDRÁ LA LUZ CON LA QUE SE VERÁN A ESTOS HÉROES INCÓGNITOS
ReplyEl otro capitulo olvidado por la Historia es la masacre del 29 de mayo de 1959, en Portoviejo. Todo empezó con el suiucidio de Pablo García Macias a consecuencia del maltrato propinado por el Capitan Quevedo lo que provocó la revuelta en Manabí, es la antesala a la masacre del 2 y 3 de junio de 1959 en Guayaquil.
ReplyEl pueblo ecuatoriano en especial los jovenes tienen todo el derecho de saber la verdadera historia del ecuador.... como el plan condor y como fue realmente la muerte del ex presidente Jaime Roldos y no lo que ahora ponen en sus libros de historia
ReplyEsta es una parte de la historia del movimiento estudiantil y popular, que se pretende ser olvidada, por parte de la gran prensa comercial.
ReplyConversionConversion EmoticonEmoticon