El pasado 12 de diciembre, casi 200 países
aprobaron el llamado “Acuerdo de París”. Este documento detalla minuciosamente
el nuevo plan oficial de la humanidad para hacer frente a la crisis que supone
el cambio climático.
La cumbre comenzó con el mayor encuentro de jefes
de estado de la historia. El doctor Hoesung Lee, presidente del Panel
Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático expresó: “El clima ya
está cambiando y sabemos que ello se debe a la actividad humana. De continuar
de esta manera, nos arriesgamos a enfrentar impactos cada vez más graves e
irreversibles: aumento del nivel del mar, sequías e inundaciones cada vez
peores, escasez de agua y alimentos, aumento de los flujos de inmigración y
refugiados a causa del clima, para mencionar solamente algunos”. En casi todos
los rincones del planeta, las conclusiones de la ciencia que estudia el clima
se aceptan como un hecho, a excepción de Estados Unidos que es el único país
que no ha querido firmar el protocolo de Kyoto y que sigue teniendo reparos al
respecto.
La COP21- 2015 concluyó en un tono de trascendencia histórica, en
contraste a la cumbre de Copenhague hace seis años. Pese a la ambivalencia de
los grupos ecologistas, la sensación general fue de éxito ante un texto de 32
páginas y jurídicamente vinculante, que por primera vez reúne el compromiso
mundial por "mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los 2
grados con respecto a los niveles preindustriales y perseguir los esfuerzos
para limitar el aumento a 1,5 grados".
"En comparación con lo que pudo suceder, ha
sido un milagro, aunque en comparación con lo que debería haber sucedido es un
desastre", fue la conclusión sobre la marcha de George Monbiot, autor de 'Calor', que recalcó como principal
conquista la "rebaja" del
punto crítico del clima a un aumento de las temperaturas de 1,5 grados,
algo que llevaban reclamando desde hace más de dos décadas los países más vulnerables.
Los 196 gobiernos de los países miembros de
Naciones Unidas, se comprometieron a alcanzar
el techo de emisiones de gases invernadero "lo antes posible" y a
poner en marcha un mecanismo de financiación de 100.000 millones de dólares para medidas de mitigación y
adaptación al cambio climático. Para ello, el texto deberá ser ratificado por todos los países la próxima primavera,
tendrá vigencia hasta el 2020 y será revisado cada cinco años para que los
países pongan al día sus compromisos y se fijen metas.
Así, el acuerdo se plantea 4 grandes ejes de
acción:
- Metas: Para lograr el objetivo de que el aumento de la temperatura media a finales de siglo se quede entre los 1,5 y 2 grados se establece que todos los países deberán alcanzar un techo en sus emisiones de gases de efecto invernadero lo antes posible.
- Mitigación: El principal instrumento sobre el que se construye el acuerdo son las llamadas contribuciones nacionales. De momento, 186 de los 195 países que negocian ya han presentado planes de reducción de sus emisiones.
- Vinculación: Oficialmente se ha insistido que el acuerdo sea vinculante. Lo que no será legalmente vinculante son los objetivos de reducción de emisiones de cada país.
- Financiación: Para que los países con menos recursos puedan adaptarse a los efectos del cambio climático y para que puedan reducir también sus emisiones, se establece la obligación de que exista ayuda internacional.
Es claro que es una propuesta equilibrada y es quizá la más ambiciosa que se ha hecho, teniendo en cuenta la dificultad de satisfacer los puntos polémicos para cada país. Pero entonces, ¿Es un acuerdo ambicioso o se trata de un tratado más? Parafraseando a Monbiot, días después del cierre del COP21 2015, parecería un acuerdo sin plazos ni objetivos, con vagas y leves aspiraciones. Muchas palmadas en la espalda, mucha auto-felicitación, pero muy poco en términos del contenido real que se requiere para evitar el colapso del clima.
Carlos Andrade
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