Hay
una frase que dice que la arrogancia es el reflejo de la debilidad y del miedo
secreto hacia los rivales. Sin embargo, ese reflejo de debilidad lastimosamente
se manifiesta también en muestras de altanería, sentimiento de superioridad y
soberbia.
Cuando
el 16 de abril del 2016 Ecuador fue sorprendido por el terremoto más devastador
de los últimos 30 años, miles de personas de diversos estratos sociales y de
toda la geografía nacional se desplazaron para ayudar a los hermanos de Manabí
y Esmeraldas con lo que pudieron. Así fue que se entregaron cientos de miles de
botellas de agua, ropa, atún, granos y demás productos no perecibles. Esto se
vio reflejado en un profundo y humilde agradecimiento de las poblaciones
afectadas. ¡Gracias Ecuador! fue la consigna que primó durante más de un mes.
En el aire se respiraba la unidad entre hermanos que fue el arma más eficaz
para enfrentar la desgracia.
Inmediatamente
el Estado propuso una serie de medidas emergentes para apoyar la reconstrucción
y recuperar en algo la dinámica económica de las dos provincias. El gobierno
propuso la Ley Solidaria que contemplaba, entre otros puntos, el incremento del
IVA del 12% al 14% durante un año y un porcentaje progresivo mensual de la remuneración de todos
los trabajadores en relación de dependencia. La gran mayoría
de ecuatorianos comprendió que estas medidas eran necesarias. Sin embargo,
quienes más tenían, menos quisieron apoyar. Entre ellos el Partido Social
Cristiano y Madera de Guerrero se opusieron a la propuesta del Ejecutivo y a la
cabeza de su representante Cynthia Viteri negaron ese apoyo al país.
Para
los partidarios de CREO y otros asideros de la derecha, estas medidas eran
improcedentes porque reducían la posibilidad de incremento de la inversión
privada e impedían fortalecer los mercados, entendiendo que limitaban el
beneficio económico de los estratos de poder. Hasta ahí llegó la solidaridad y
el cariño para estos sectores que dependieron íntegramente de la política
estatal para superar la crisis.
A
casi un año del desastre las elecciones generales en Ecuador revelaron el
verdadero rostro de la derecha. Apenas se procesaron los datos de las
provincias de Manabí y Esmeraldas, los resultados demostraron un apoyo
mayoritario hacia el partido oficialista. El candidato Lenín Moreno obtuvo el
53,99% de votos, frente a un 18,13% del banquero Guillermo Lasso. De igual
forma la provincia de Esmeraldas el 40,57% de aceptación frente a 28,06% del
segundo lugar.
Inmediatamente
en redes sociales comenzaron a publicarse mensajes de odio y reclamo a los
habitantes de Manabí principalmente, muchos de ellos reprochaban a los
manabitas una actitud de traición a quienes les colaboraron con atunes y agua
por haber votado por el candidato del oficialismo deseándoles a su vez que “Dios
les castigue con un nuevo terremoto”. Para completar el panorama, el Director Nacional
de CREO César Monge insultó gravemente a los ciudadanos manabitas llamándoles
“ignorantes” y “gentuza de mierda”.
Cuando
se confunde beneficencia con política pública se tiende a pensar que la acción
del Estado debe estar supeditada a un efecto contradictorio al bienestar, que
otorga a las clases dominantes la labor “solidaria” de velar por aquellos que
poseen menos. Esto no como parte de una política de Estado sino como ejercicio
fundamental de beneficencia donde el Estado se desprende de toda obligación.
Así es como piensa el modelo neoliberal, sin embargo, en ningún momento se
plantea la obligatoriedad de transmitir esa ayuda solidaria sino que queda al
libre albedrío de las clases dominantes. Y claro como lo hemos visto estos
días, esa solidaridad se ha convertido en el foco de la discusión “mis atunes
debieron comprar tu conciencia”.
La
arrogancia es un atributo de la ignorancia y es por eso que cuando desenmascara
al odio, termina hundiéndose en una indiferencia infinita. La arrogancia con la
que por décadas la derecha actuó frente a las poblaciones costeras cuando el
fenómeno del niño atacaba cada año; la arrogancia que impidió que Bahía de
Caráquez vuelva a ser la misma luego del terremoto de 1988; y esa misma que le
dio la espalda al progreso, a la educación y a la salud; vuelve a cobrar su
dosis de indiferencia por parte del pueblo mandante, que ha demostrado su apoyo
con diez victorias consecutivas de la Revolución Ciudadana. ¿Algo raro está pasando?
Arrogantes
e ignorantes son aquellos que se atrevieron a insultar y humillar a nuestros
hermanos manabitas, porque si algo es bien sabido, que esta tierra ha sido y es
la luz de la resistencia y la revolución. Los manabas son hijos de Alfaro, son
hijos de la libertad y en su sangre no existe el odio ni el rencor, pero sí les
mueve la injusticia y la traición. A aquellos ignorantes que no supieron que a
Manabí se respeta y se ama porque su gente es así, generosa, sencilla e
infinitamente luchadora; van a volver a sentir el brazo de la indiferencia no
solamente en esta segunda vuelta electoral sino por siempre.
El
miedo es el escondite de los cobardes, ahora esa misma derecha mezquina propone
a los ciudadanos que no salgan de sus casas en este feriado de carnaval porque
supuestamente deben quedarse a defender la democracia. A sabiendas de que el
mayor motor de reactivación económica es el turismo y que el feriado de
carnaval es el más esperado por este sector para generación de empleo. Está
visto que a ellos no les importa el país, sino cuidar sus escasos votos, por
eso es que han pactado hasta con el mismo demonio.
Manabí
se respeta y se ama, este feriado hay que aprovechar el tiempo e ir a las
mejores playas del país, ser felices y descansar. Dejemos el odio y la
violencia para los que de eso viven. Adelante Manabí, adelante Esmeraldas que
el futuro es ahora.
Por
Victoria Flores
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