PODER Y CONTRAPODER EN EL ECUADOR



El capital simbólico, político y económico de varios actores, entiéndase como sujetos políticos, organizaciones, partidos y colectivos sociales, han marcado una década interesante en las tensiones del poder.

Durante la época neoliberal el poder en Ecuador era manejado por los intereses privados, bancos, trasnacionales, e intereses corporativos. Una visión privatizadora del Estado que iba de la mano de grupos comunicacionales que legitimaban el discurso hegemónico, consolidando así un escenario de desigualdad y privilegios para las élites.

El proceso de cambio en las relaciones de poder ha sido largo, quizá sus primeros indicios se dieron con las movilizaciones indígenas y sociales en 1992, y posteriormente en la movilización civil para la caída de Abdalá Bucaram en 1997, Jamil Mahuad en 2000, Lucio Gutiérrez en 2005 y con ello la creciente participación popular en las elecciones de 2006 que transformó el escenario político, en rechazo a la partidocracia.

Una nueva correlación de fuerzas surgía en el país, marcada ya no solo desde la movilización civil sino desde el poder institucional. La aprobación de la Constitución en 2008 amplió los derechos ciudadanos y promovió un Estado moderno que recoge dos principios importantes: el principio de progresividad y la prohibición de no regresividad. Se fomentó la participación social y ciudadana, como un nuevo poder del Estado, devolviendo el poder al pueblo ecuatoriano y su legítimo derecho a participar en las decisiones, planificación y gestión pública. Sin duda, con gran beneficio para los pueblos y nacionalidades ecuatorianas que por años fueron excluidos.

El regreso del Estado como ente regulador y protagonista de la transformación del país marcó un hito importante en el accionar soberano del país, con fuerte respuesta a los poderes trasnacionales como el caso Chevron- Texaco y la denuncia a los poderes hegemónicos que atentan contra la naturaleza y los pueblos. Además, de la renegociación de la deuda externa y la búsqueda de la integración latinoamericana.

La reconfiguración de fuerzas políticas por fin fue favorable a los intereses de las mayorías, poniendo a las personas por encima del capital. El modelo de desarrollo pasó a ser inclusivo, con garantía de derechos para todos los ecuatorianos.

En este escenario de pugna por el poder, las elecciones seccionales de 2014 fueron determinantes para que las fuerzas opositoras al régimen intenten recuperar el poder. La derrota de Alianza PAIS en ciudades importantes como Quito y Cuenca, evidenció la necesidad de cambios estructurales con una renovación de la directiva y el fortalecimiento de las bases. Sin embargo, mientras ello sucedía, los burgomaestres de esas ciudades han demostrado en estos 3 años su incapacidad para afrontar los desafíos actuales del nuevo Ecuador. Es así que el metro y el tranvía, respectivamente, no han avanzado en el tiempo esperado causando molestias ciudadanas.    

En lo económico, también se vivió tensión. El escenario internacional atravesado por una guerra económica entre Estados Unidos, la Unión Europea y los países de economías emergentes o BRICS afectó directamente a economías en desarrollo como la ecuatoriana. Nos adentramos en un panorama adverso con una apreciación del dólar y una caída de los precios del petróleo. La imposibilidad de devaluar la moneda y el estar sujetos a una política monetaria de otro país, nos puso en apuros; pero no se perdió el norte. Medidas como: mejorar la recaudación de impuestos, disminución de importaciones y protección del comercio; ayudaron a mantener la buena salud de la economía ecuatoriana.

Con este escenario la partidocracia intentó abrirse espacio de cara a las elecciones presidenciales y se fueron preparando. Unos intentaron revivir la ya decadente Izquierda Democrática (ID) que se extinguió en su momento por su incapacidad de constituirse como un partido de masas y su evidente participación clasista. Sin embargo, la nueva ID buscó un mercado electoral en las clases medias y en los descontentos de la Revolución Ciudadana pero no logró el respaldo suficiente para desbancar a PAIS. Lo suyo hicieron partidos como SUMA, CREO y Madera de Guerrero (PSC); pero el peso de sus figuras políticas desgastadas no logró elevarles el perfil electoral. 

Llegamos a 2016 con un escenario preelectoral que contraponía a una derecha representada por Guillermo Lasso, un banquero que negoció con el dolor de las familias ecuatorianas en el feriado bancario y un gobierno con casi diez años en el poder. Un gobierno que elevó el nivel académico con más de 10 mil becas a estudiantes para la formación de tercer y cuarto nivel en las mejores universidades del mundo, un gobierno que garantiza el acceso a la educación gratuita, descentralizándola en todo el país. Lo mismo sucedió con la salud, centros médicos, brigadas en las comunidades más alejadas, formación especializada de profesionales de la salud y gratuidad en la atención ¡Cosas que los ecuatorianos no olvidan!

Dar una vuelta por el territorio ecuatoriano es entonces reconocer el alto grado de inversión pública, pero en obras que jamás se habían visto en el país: proyectos multipropósito, hidroeléctricas, etc. Gobiernos anteriores no lograron traducir los períodos de bonanza en procesos de desarrollo económico como el logrado en la época más reciente. Al contrario, aumentaron nuestra dependencia del petróleo con una sobreexplotación de recursos naturales. Hoy gracias a una planificación integral del Estado somos soberanos y autosuficientes energéticamente y en un futuro seremos capaces de exportar energía gracias a las ocho hidroeléctricas que construye el gobierno de la Revolución Ciudadana.

Hemos mantenido una correcta sinergia entre el marco jurídico y de derechos, contemplando a los ciudadanos y a la naturaleza. Durante años, las zonas que eran aprovechadas por su riqueza natural servían sólo para la explotación y luego quedaban en el olvido. Hoy se garantiza y se fortalece la equidad económica de los ciudadanos a través de las regalías anticipadas de los proyectos (minería 60%, hidrocarburos 12%, electricidad 30%). Son estas acciones las que han permitido que sectores históricamente excluidos tengan las facilidades para su desarrollo, reduciendo la pobreza y las inequidades territoriales.

Cosas tan simples, pero necesarias, como el acceso a las telecomunicaciones cambiaron en este periodo superando la meta de la agenda global. Pero también, se soñó en grande con el cambio de la matriz energética y se aprovechó el gran potencial hídrico que tenemos, creando una matriz más limpia y eficiente. En el sector hidrocarburífero, se ejecutan políticas de eficiencia, invirtiendo en exploración para asegurar nuevas reservas a futuro, así como en el aprovechamiento responsable de nuestros recursos naturales. El país le apostó a una producción diversificada, con valor agregado, planificado y eficiente.

El país le apostó en 2017 a la continuidad de un proceso que ha dejado un legado importante, un legado de esperanza. La lucha intensa entre las instituciones del Estado y el poder hegemónico de los medios de comunicación, los partidos políticos y una élite económica que ha financiado permanente a la oposición ha dejado en estos diez años un país fortalecido. El campo del poder que hoy se teje es distinto. En éste, el pueblo tiene cabida. 

Por: María Augusta Espín

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