El lunes 17 de octubre la directiva de SUMA anunció su alianza con
el movimiento del banquero candidato, CREO. Durante su Asamblea Nacional se
tomó la decisión final, luego de varios meses de titubeo y negociaciones entre
segundos mandos. En lo que se podría decir que fue el secreto peor guardado del
juego de sillas musicales que hoy conocemos como precampaña, la organización
del alcalde de Quito finalmente optó por lanzar todo su apoyo a la candidatura
de Guillermo Lasso. Curiosamente la alianza se define en términos bilaterales,
entre organizaciones y no mediante el espacio corporativo de Compromiso Ecuador
que el banquero lanzó precisamente para fines de cooptación de organizaciones y
actores políticos aliados.
De acuerdo a informaciones preliminares, parte del acuerdo
permitiría a SUMA encabezar la lista de asambleístas nacionales, entre otras
cosas. Este hecho en particular deja muchas dudas pues los mismos adherentes de
CREO al igual que los “colados” en Compromiso Ecuador se quedarán haciendo
matemática simple y se darán cuenta, tarde o temprano, que no hay sábana para
tanta gente. Este acuerdo dejará fuera a muchos actores de segundo orden a quienes
Lasso y su séquito de asesores seguramente les prometieron el oro y el moro.
Así mismo el acuerdo habría generado malestar dentro de las filas de CREO pues
las decisiones políticas y estratégicas se estarían tomando en Guayaquil y a
puerta cerrada. Asambleístas que han mostrado su lealtad, compromiso y
obsecuencia con el banquero estarían siendo desplazados sin pena ni gloria por
actores nuevos y de trayectorias cuestionables.
Lo que podemos percibir de todas formas es que se trata del
matrimonio más natural que ha surgido en toda la bochornosa fase de precampaña.
Ciertamente las organizaciones SUMA y CREO tienen más en común entre sí que
ninguna otra pues, a pesar de que Rodas se jure de centro-centro (que será
eso), sus políticas, su entorno y sus adherentes comulgan con la doctrina del posneoliberalismo
curuchupa reencauchado: una putrefacta mescolanza de ajuste estructural con
libertarismo randiano, sazonado con un toque de viveza criolla. Son más Milton
Friedman que Keynes pero, para nuestros fines, resultan ser más conservadores
que liberales.
Para el observador cauteloso el incestuoso matrimonio Lasso-Rodas no
es más que un intento de reinvención de lo que en el Ecuador se conoció como la
Democracia Cristiana bajo el nombre de Democracia Popular que, luego del mayor
atraco de la historia del país, intentó cínicamente mimetizarse bajo el pomposo
nombre de Unidad Demócrata Cristiana. No es casualidad pues que muchos antiguos
colaboradores de la alcaldía y gobierno del expresidente Jamil Mahuad hayan
ingresado por la puerta trasera a la administración de Rodas. Esos son los
casos de Samia Peñaherrera, Miguel Dávila, Camila Lanusse o Verónica Arias,
entre muchos otros, que en el pasado fueron allegados a Mahuad y que ahora pertenecen
a la cúpula de Rodas en el Municipio de Quito. Tampoco son casuales las
cercanías de CREO y SUMA a las Cámaras de Comercio de Quito y Guayaquil,
respectivamente, bajo cuyos tentáculos se encuentran empresarios e iluminados
que han manipulado con perversión la realidad mediante think tanks como CORDES, MARKET o la Fundación Ecuador Libre, a las
que los medios privados (también vinculados a Lasso y Rodas, como es el caso de
Ecuavisa y El Comercio, respectivamente) les han dado plataforma para maximizar
sus mensajes agoreros de la destrucción nacional si la nación no retorna a la
vía del neoliberalismo.
Esta red, a la que ahora se articula la opción electoral, no es sino
una suerte de incubadora ideológica que simplemente replica lo que sus pares
más refinados en el Partido Republicano o el PRI inoculan en sus respectivos países.
Es que además son las contrapartes locales de una red que incluye al ultra
conservador Cato Institute y a la National Endowment for Democracy. Prueba de
ello es la participación de la Fundación ETHOS del propio Mauricio Rodas en
México. Aparte de todos los vínculos mencionados, el nexo de triangulación
definitiva es, nada más y nada menos, que Jaime Durán Barba quien fuera
secretario general de la Administración de Jamil Mahuad y fungiera como asesor
de campaña de Rodas. No cabe duda que detrás de ese tongo está su manito
maquiavélica.
En toda la vorágine de las negociaciones los grandes ausentes fueron
las cabezas. Mauricio Rodas y Guillermo Lasso no asomaron sino hasta cuando el
acuerdo estaba santificado y pudieran salir en público a decir que la fanesca
ya no era fanesca sino sancocho. En la foto los dos líderes se saludaron
amables. Sin embargo nada quitaba la impresión de que este era un matrimonio por
conveniencia y no por amor. Aún queda la incertidumbre sobre cuánto
verdaderamente se aportan mutuamente estos dos actores: Rodas es un alcalde con
una gestión sumamente cuestionada e índices de desaprobación escalofriantes y
Lasso surge como un candidato estancado en las encuestas tras 5 años de campaña
anticipada. Ambos apelan al mismo segmento del electorado y, como es lógico, el
concubinato CREO-SUMA no lo amplía como realmente lo necesitan las dos agrupaciones.
Mención aparte merece la gravedad de cuán inconveniente es para
Mauricio Rodas el amancebamiento con Guillermo Lasso. En este jueguito
artificioso e inocuo de sumar por sumar para lograr el mismo número que se
tenía antes, Rodas tiene muchísimo más que perder pues su perfil era el de un
actor relativamente nuevo en la escena política y, gracias a su estrategia de
la avestruz que permanentemente esconde la cabeza, pudo de alguna manera escabullirse
del maremágnum político que fue el 2015 y de la etapa de precampaña actual,
simulando dedicación absoluta a su tarea como alcalde de Quito. Esa actitud
anodina, timorata y blanda frente a la confrontación política tenía un norte
claro: poner en la nevera la imagen de Rodas para propiciar su reelección como
alcalde en 2019 y, entonces sí, catapultarlo a una candidatura presidencial en
el 2021.
El error estratégico de Rodas de hipotecar su futuro político a la
última bengala que le queda a Lasso para llegar a Carondelet le costará caro.
De perder las elecciones, la vida política de Lasso efectivamente habrá muerto no
solo por la poca pista biológica que le queda al banquero para hacer un intento
más en el 2021 (para entonces ya tendrá 66 años) sino, y sobre todo, porque en
el caso de una derrota, el pronunciamiento lapidario del electorado constituirá
un mensaje claro de que su receta de reinvención del Estado al estilo
empresarial criollo, no cuaja en la gente común que simplemente no ha olvidado
el pasado nefasto del candidato. Sí, ese pasado al que Rodas se acaba de ligar
de forma permanente e irrenunciable.
No es especulación pensar que Jamil ya saborea un rico locro, de
esos que no ha probado en 16 años de exilio delictivo. Debe estar preparando
sus maletas y despidiéndose de esas odiosas chompas gruesas que los inviernos
malditos de Nueva Inglaterra le obligan a usar. Toda la vieja guardia, desde
Osvaldo Hurtado en adelante, se estará frotando las manos pensando en el reparto
que les tocará. Esta vez sí lo haremos bien, se dirán.
Los pormenores del acuerdo son todavía desconocidos pero podemos
asumir que Rodas y su organización adhieren absolutamente al programa de
gobierno de Lasso con toda su oferta de campaña que promete generar empleo a
través de la inversión extranjera. Podemos colegir también que SUMA hará coro
en la nueva campaña de desprestigio que ha emprendido el banquero contra el
Consejo Nacional Electoral y por la deslegitimación del sistema democrático
ecuatoriano, con acusaciones –unas veladas y otras, no tanto– de posible fraude
en la contienda electoral del 2017. Igualmente debemos asumir que Rodas
comparte el criterio de Lasso de la necesidad refundacional de una Asamblea
Constituyente que dé inicio a una nueva era de crecimiento y oportunidades para
todos. Cuando los líderes se dicen esto, intercambian un guiño y una palmada en
la espalda sin reconocer siquiera que están inventando el agua tibia.
Lo que no entienden Rodas ni Lasso es que la historia de la
humanidad está repleta de movimientos que han destruido civilizaciones por
concentrarse en “acabar con el sistema actual” y presumir que “construir uno
mejor” sucedería por ósmosis. Eso nunca ha funcionado. Lasso lanza gasolina a
los cimientos de la democracia ecuatoriana y busca quien le ayude a provocar
una chispa. Hoy Rodas se presenta como ese actor dispuesto a prender el fósforo
y heredará ese cuestionamiento infundado a nuestro sistema democrático, al
igual que todo el bagaje que trae consigo uno de los actores más
representativos de la inequidad y la avaricia en nuestro país.
Por Mateo Izquierdo
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1 comentarios:
Write comentariosLOS POBRES TENEMOS TERROR QUE AL GANAR LA BANCOCRACIA NUEVAMENTE NOS ROBEN NUESTROS AHORROS
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