El martes 4
de abril nadie se sorprendió ante el anuncio de que el candidato opositor
Guillermo Lasso se iba a rehusar a aceptar los resultados finales del
escrutinio que daban como ganador al oficialista Lenín Moreno. Lo había
anunciado ya la misma noche de las elecciones. Sin embargo este espectáculo
bochornoso lo venían fraguando desde el año pasado cuando en junio un grupo de
seguidores del banquero-candidato fue a las oficinas de la OEA para pedir su
asistencia técnica en el proceso electoral que se llevaría a cabo en el
Ecuador. Regresaron con la cola entre las patas ante la novedad de que no sólo
estaba la OEA asistiendo al Consejo Nacional Electoral sino que esta entidad
habría sido certificada bajo normas ISO en buenas prácticas electorales con
bombos y platillos. Gran papelón que eminentemente pasó desapercibido por los
medios privados que prefirieron olvidar semejante escándalo internacional. Más
importaba dejar cimentado ante el imaginario público la posibilidad de que el
Consejo Nacional Electoral no jugaría limpio y que era necesario un control
electoral riguroso. El mismo candidato Lasso lo repetía constantemente en sus
discursos intentando desconocer la imparcialidad del Consejo y de su presidente,
Juan Pablo Pozo. El que hoy presenciemos este berrinche absolutamente iluso e
innecesario era predecible como lo eran las actitudes viscerales e
irresponsables de la dirigencia de CREO. Ya habían convocado a la movilización
con pocos o ningunos resultados más allá del impacto mediático. Sin embargo,
luego de las marchas en la avenida de Los Shyris, el país regresaba a la
normalidad sin que se haya movido el estatus quo un solo milímetro. Las
intenciones desestabilizadoras estaban presentes pero por múltiples razones no
tomaban viada y quedaban desinfladas sin pena ni gloria.
A cuatro días
de las elecciones generales los organismos internacionales de control electoral
y veeduría han emitido sus informes de evaluación y han dado por concluido el
proceso sin irregularidad alguna. La misión de observación electoral de la OEA
emitió su criterio favorable ante los comicios que daban a Lenín Moreno una
ventaja porcentual contundente. Esto sirvió para que el mismo Secretario
General de la OEA, Luis Almagro, salude oficialmente al Presidente Electo y
felicite al país por unos comicios bien realizados. Este hecho es importante
porque dentro de la estrategia del fraude que manejaba Lasso y sus acólitos,
estaba apelar a esa instancia para que respalde sus reclamos. Cuando la OEA
ratifica que las elecciones fueron limpias y transparentes, el discurso
desesperado del fraude pierde todo peso pues la entidad regional está avalando
el proceso y concluye que los resultados oficiales son veraces.
Ahora resulta
que para el banquero-candidato todo el proceso estuvo viciado y es necesario un
reconteo total de los votos. Es desconocido si el banquero y sus asesores jurídicos
saben o no que esta figura no existe dentro de lo estipulado en la ley. El
Código de la Democracia, en efecto, determina instancias para las apelaciones e
impugnaciones ante el Tribunal Contencioso Electoral por cada incidente o
irregularidad identificada más no para todo el proceso. Es decir, reconteo de
todos los votos porque César Monge piense que encontró una inconsistencia
simplemente no es viable. La ley ampara a Monge y a CREO para que presenten las
impugnaciones que consideren y las instancias pertinentes deben verificar si
está correctamente sustentada o no la inconsistencia y actuar en consecuencia. El
banquero-candidato y su equipo de seguro conocen perfectamente que la
presentación de inconsistencias no puede deshacer absolutamente con lo
procedido y mucho menos tirar al tacho de la basura toda una elección. La
jugada de Lasso responde a un capricho y no tiene otro fin que generar zozobra
en la ciudadanía. ¿Por qué? ¿Para qué? Pues el banquero simplemente pretende
con malicia provocar confrontación entre militantes enardecidos a fin de presentar
ante los medios internacionales un escenario catastrófico y de convulsión
social. Que CNN en español y otros medios afines muestren “la tragedia
ecuatoriana”.
En una
segunda rueda de prensa y con una mediocre presentación de Power Point de por
medio, el presidente del partido CREO, César Monge, adujo que ellos habrían
identificado 1.795 actas con inconsistencias, mismas que, según sus cálculos, equivalen
a 539 mil votos aproximadamente. Sin embargo, si quitamos el 10% de nulos y
blancos el número de votos válidos de ese segmento quedaría en 484.650 votos de
los cuales, tomando en cuenta la proyección de CEDATOS que fue la que más bajo
índice de votación otorgó al binomio de PAIS, 53% eran para Lasso (que equivalen
a 256.865 votos) y 47% para Lenín (227.786 votos). De ser ese el caso, la
ventaja de Lenín sobre Lasso se acortaría en 29.079 votos pero, descontada de
la cifra de más de 229.000 votos reportados por el CNE, se mantendría la
ventaja de Moreno con 200 mil votos sobre los obtenidos por Lasso. Ante los
pronunciamientos y elucubraciones de la dirigencia de CREO, queda claro que no
han meditado bien el discurso o la estrategia pues el sainete se les cae con
cada rueda de prensa y con cada día que pasa y que dejan pasar sin presentar
absolutamente ninguna impugnación verídica antes los organismos competentes.
Se desconoce
cuánto más durará el berrinche de Lasso. Sin embargo queda claro que la
paciencia de la ciudadanía ante la caotización del tráfico, la quema de llantas
y la libre circulación tiene un límite. No falta mucho para que aquellos que
quiere retornar a la cotidianidad luego de una campaña electoral extremadamente
nociva y negativa, se harten de las movilizaciones de unos cuantos militantes
ardidos. Otros preferirán lamentarse la pérdida de su candidato en la
tranquilidad de su casa y continuar con su vida.
Por otro
lado, la perversidad de la estrategia del fraude de CREO tiene también el
objetivo de restarle legitimidad a un Presidente Electo con el que no
concuerdan. Quieren empañar la sucesión del mando y dejar debilitado al
candidato ganador. Desconocer a la autoridad del máximo representante,
afortunadamente, no depende del beneplácito de Lasso o sus seguidores sino de
la mayoría que lo eligió. Moreno efectivamente tendrá que tender puentes y
acercarse a ese segmento de la población que no voto por él. Sin embargo, si en
ese intento se encuentra con la petulancia, la obstinación y el orgullo de
aquellos que se dicen demócratas pero que no aceptan la derrota, ¿cómo debe
actuar? Esto demuestra una intencionalidad a futuro que buscaría impedir la
gobernabilidad, la conciliación nacional o la tranquilidad cotidiana. La
pregunta es ¿se lo permitiremos?
Por Mateo Izquierdo
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