Por Mateo Izquierdo
Tras la marcha del 19 de marzo las cosas se
han enfriado lo suficiente como para, ahora sí, realizar un balance de los
sucesos y examinar la situación de nuestro sistema político. En ese sentido,
hay varios elementos que llaman la atención a primera vista. El primero, es que
no hubo ganadores de estos hechos sino más bien claros perdedores. Lo segundo,
es que resulta cada vez más evidente que existe una reconfiguración del balance
de poder en el país y que al margen de los niveles de aprobación (positivos o
negativos) del Presidente, los actores políticos están preparando diferentes estrategias
de contingencia para repartirse la “troncha” al momento en que este gobierno
esté en retirada.
En medio de ese escenario, otro elemento
que agita las aguas es una potencial tercera candidatura de Rafael Correa, algo
que depende casi por completo de la Comisión Especializada Ocasional para el
Tratamiento de la Solicitud de Enmienda Constitucional y de que esta pueda aprobar
las enmiendas en el momento adecuado. No podemos dejar de lado tampoco que esa
decisión dependerá también de la disposición personal del presidente, quien en las
semanas recientes ha declarado que preferiría no lanzar su candidatura aunque
no descarta hacerlo si el momento histórico le convoca. Ha sido muy claro el Presidente en decir, que
las elecciones, de ser el caso, las ganará en las urnas y no por aprobarse una
enmienda.
Ese es el contexto en que se produjo la
vorágine de los preparativos para la marcha y en el que se perdieron las
demandas de las organizaciones sociales (indígenas y sindicales) que quedaron minimizadas.
¿Alguien se acuerda porqué salieron a marchar los sindicalistas? ¿Alguien se
acuerda porqué salieron a marchar los indígenas? Sus reclamos pasaron a un
segundo plano y quedaron relegados frente a la molestia más amplia que se
empieza a percibir en la ciudadanía por la implementación de las salvaguardias
como medida de protección de la dolarización. Aquí otro punto de análisis: las
repercusiones económicas de esta medida no se sentirán por completo en algunos
meses. Sin embargo, actores de la oposición, especialmente aquellos de la
derecha financiera y mercantil, comenzaron desde ya a alimentar sus apetitos
políticos minando la imagen del gobierno y azuzando el malestar que las
salvaguardias podrían generar.
No fue casual entonces que en las semanas
previas a la marcha, las dirigencias de los sectores sindical e indígena hayan
tenido que salirse del guión para desmentir reiteradamente posibles acuerdos
con sectores de derecha. Esto, particularmente en referencia directa a las mezquinas
intenciones del banquero-candidato Guillermo Lasso, quien de la forma más grosera
intentó incorporarse a la marcha de las organizaciones sociales con resultados
muy vergonzosos. Después de varias semanas de declaraciones que tenían la
intención de provocar confrontación con el gobierno, el banquero tuvo que recular
y anunciar que, precisamente el día de la marcha, estaría fuera del país. Hasta
la fecha no se conoce cuál fue la naturaleza de la emergencia que obligó a
Lasso abandonar su contingente político a último minuto.
El
feo “descole” de algunos
El desplante que las organizaciones
sociales hicieron a Lasso constituye otro revés más que sufre el banquero y a
mes consecutivo: recordemos que en la reunión de la “Guaragua”, en Cuenca,
Jaime Nebot, Paúl Carrasco y Mauricio Rodas se tomaron la foto y anunciaron que
la “Unidad” es la vía, aunque el mensaje que transmitieron (no sé si consciente
o inconscientemente) es que se trata de una “Unidad sin Lasso”.
Es obvio que con el gesto de la segunda
reunión de “La Guaragua” tanto Nebot como Carrasco y Rodas afirman sus
pretensiones electorales ante la opinión pública, a dos años de las elecciones.
Es decir, ya son oficialmente actores políticos dispuestos a exhibir sus
intenciones con tanta anticipación, a fin de preparar el imaginario público
para la confrontación de fuerzas que sucederá a partir del 2016. Queda claro
también que el primer paso que deberán dar estos actores es la repartición del “pastel”
a nivel de Asamblea Nacional y otras funciones del Estado. La decisión de la
candidatura para la presidencia la dejarán para último momento, siempre y
cuando esté lista y sacramentada la repartición de la troncha y acordados los
amarres. Pareciera precipitado, pero ésta es la nueva dinámica del nuevo
sistema de partidos. En este juego político de las sillas musicales, Lasso es
la chica fea del baile.
Igualmente, me es difícil imaginar que a
los dirigentes sociales no les haya quedado un muy amargo recuerdo del 19-M
pues, a pesar de todos sus intentos, otros actores y otras agendas usurparon la
jornada de movilización que habían estado planificando desde noviembre del año
pasado. Varios medios de comunicación de oposición no fueron capaces de maquillar
su parcialidad cuando dieron mayor cobertura a la tibia concentración en la
tribuna de la Shyris, al norte de Quito, en lugar de seguir con igual atención
lo que ocurría en el Centro Histórico. Claramente se alinearon con manifestantes
que protestaban contra las salvaguardias y exigían la salida del gobierno de la
revolución ciudadana. Visto de esa manera, el impacto económico argüido por
unos cuantos miembros de la clase media es motivo de movilización mucho más
legítimo que la Ley de Tierras, la Ley de Aguas, el Código Laboral, la sede de
la casa de la CONAIE o la explotación del Yasuní.
Queda claro que un grupo insignificante de
manifestantes no hacen “rebelión”, pero aquello es una señal inequívoca de que
sectores de la sociedad están empezando a articular motivos más “palpables” de
molestia y, quién sabe, hasta de movilización y protesta. Estas iniciativas
ciudadanas autoconvocadas carecen de organicidad y agenda política. Son
expresiones efímeras y sin conducción o propuesta programática corren el riesgo
de desaparecer sin haber afectado el “tablero” político en lo más mínimo.
Todos los “colados” a la marcha del 19 lograron
algo sin la intención de hacerlo: demostrar la irrelevancia política de las
dirigencias sindicales e indígenas. Es evidente entonces que la repartición del
“pastel” ya está sucediendo sin Lasso y sin ellos. La oportunidad de
capitalizar del creciente malestar de la ciudadanía está ahí para que
cualquiera la aproveche. Sin embargo, la desorganización que han demostrado los
distintos actores políticos en recientes semanas, al igual que la diversidad de
agendas de los múltiples “presidenciables”, develan más bien un escenario
cómico en el que ocurre un catch-as-can político que se da ante el supuesto fin
de la revolución ciudadana. El tablero está ahí para patearlo.
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