La esfera política ha mutado en los últimos años no solo debido a los nuevos tipos de liderazgos, sino también a la presencia de una nueva audiencia. En consecuencia, la forma de gobernar también ha evolucionado y con ello los nuevos retos a los cuales deben enfrentarse los gobernantes.
En Ecuador, la
crisis del sistema político se acentúa con los años. Los partidos tradicionales
pierden cada día más fuerza y los movimientos políticos más modernos que han
intentado convertirse en una suerte de antipartidos para no rememorar su carente legitimidad, no han conseguido
afianzarse. Al interior, ninguno de ellos ha sido capaz de generar cuadros
nuevos en la militancia con liderazgos fuertes que sostengan un sistema
multipardista en el país.
El escenario
político se ha visto minado de comodines políticos con la intención de
convertirlos algún día en prospectos presidenciables, pero estos fallaron y los
cuadros “más fuertes” siguen siendo las viejas figuras políticas. Es así, que
después de una década de un liderazgo fuerte, potenciado por un discurso
democratizador, en defensa de los olvidados, los necesitados; sólo queda
encontrar el punto medio que no evidencie la continuidad de un estilo de
gobierno desgastado y que tampoco avizore la ruptura de un proceso legitimado
por miles de ecuatorianos en las urnas.
Es ése el
punto de quiebre que marca un nuevo reto para la gobernabilidad democrática en
el país, en un escenario donde la popularidad de la clase política va
descendiendo y el escepticismo ciudadano va en aumento. Lenín Moreno en apenas
un mes en el poder ha logrado convertir su liderazgo en una respuesta coherente
con el tiempo político que vivimos.
La unidad y el
diálogo, no son meros recursos retóricos, sino herramientas para la gobernabilidad
en el país. Su capacidad para aunar voluntades en torno a este proyecto
nacional marca un cambio histórico en el país junto a personalidades políticas
opositoras que aceptan la necesidad de un trabajo conjunto.
Si bien la
cultura política ecuatoriana extraña el conflicto como eje de acción, lo cierto
es que liberar el nivel de tensión es beneficioso para todos. Es que la
hostilidad entre políticos no es unicamente entre ellos, sino también entre
ciudadanos que se han distanciado en acaloradas conversaciones políticas por
defender a candidatos que ni siquiera conocen bien. La polarización social, un
escenario que se cocinaba a fuego lento por la oposición y que trató de
exacerbarse durante la campaña, hoy vuelve a ser un plato de segunda mesa ¿Por
qué? Simplemente porque el poder hegemónico, el Ejecutivo, no está interesado
en seguirle el juego a una oposición claramente derrotada. Y no porque
perdieran en las urnas, sino porque sus figuras políticas ya no pueden apuntar
más lejos de lo que ya lo han hecho.
Guillermo
Lasso, continúa siendo un banquero sin
base social o apoyo popular. Lo poco que obtuvo fue el voto castigo de unos
cuantos ciudadanos. Hoy su discurso es tan débil y vacuo como su partido.
Cynthia Viteri
por su parte continúa a la sombra de Jaime Nebot, quien no arriesgará su
capital político en campañas presidenciables. Viteri, sin su curul en la
Asamblea ha tenido que cobijarse una vez más bajo Nebot a la espera de
conseguir algo en las elecciones territoriales.
Mientras que
otros actores de segundo orden como Paúl Carrasco, Marcelo Cabrera, Mauricio
Rodas y Jimmy Jairala han tenido que aceptar la invitación de Moreno,
aferrándose al único salvavidas que tienen. En especial para aquellos que aún
necesitan del apoyo del gobierno central para terminar obras como el tranvía o
el metro y afianzar la poca popularidad que aún les queda.
Como vemos, el
escenario político no da para que la oposición demande políticas o causas
perdidas. Los pocos que no aceptan la derrota, se ven impulsados por una
“prensa independiente” que busca posicionar el tema corrupción en la esfera
pública, pero que se cae a falta de pruebas.
La creación
del Frente de lucha contra la corrupción es la muestra de un líder que impregna
su gobierno de acciones. Lo mismo sucedió con la reducción del IVA al 12% y la
eliminación de salvaguardias, promesas de campaña que no rayaron en la
demagogia.
El Plan Toda
una Vida, será viable a través de una Secretaría especializada para continuar
la misión social en el país en beneficio de todos los ecuatorianos. Además se
eliminaron las sabatinas y se mantuvo la seguridad presidencial a cargo de la
fuerza pública ecuatoriana.
Las decisiones
tomadas por Moreno han desmontado el discurso opositor, dejándolos indefensos a
una propuesta que en la práctica se negaban a cumplir: el diálogo nacional. Así
queda demostrado que 30 días han sido suficientes para que se evidencie que el
cambio de estilo en la forma de gobernar sí tiene resultados.
Aun cuando el
primer round se haya ganado, los retos del nuevo gobierno irán cambiando en los
próximos meses con una oposición que intentará retomar su posición como
contendores de lucha. Pugnarán por marcar agenda legislativa y tendrán que
apoyarse más en los medios de comunicación anti gobiernistas para deslegitimar
al gobierno. Sin embargo, tendrán que arremeter con figuras políticas nuevas y
reformular su discurso político si quieren tener cierto grado de credibilidad.
Por: María Augusta Espín
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