Un país de gratitud

Por Paola Flores

Un país es una construcción, decía un profesor en la universidad. Una construcción hecha de gente con los mismos intereses, que camina en una misma dirección. Con el terremoto, Ecuador se refundó como país el 16 de abril. Ahora 16 millones de ecuatorianos tenemos el mismo objetivo: salir adelante y apoyar a una parte de nosotros que nos necesita. 

Las calles de este nuevo país en casi todas las ciudades tienen una mezcla de nostalgia y esperanza. En el bus, en las esquinas, en los centros comerciales y los parques la pregunta con la que inicia la conversación en estos días casi nunca varía: ¿Dónde estabas el día del terremoto? con la respuesta empieza una historia cargada de gratitud por estar vivos, y una nueva interrogante: ¿ya donaste? 

Un día después del  terremoto mi familia decidió reunirse. Al llegar a casa de mis padres, todos miramos a nuestro alrededor. Mi mamá abrió los cajones y sacó toda la ropa que se necesita para clima cálido. Mi papá la miró por un rato y luego fue a la cocina por arroz, azúcar, aceite, todo lo que hace poco habíamos adquirido para nuestro consumo familiar. Nada parecía suficiente, sin embargo decidimos que esa sería nuestra primera contribución. Ese fue el inicio de una gran cadena que se repetía en miles de hogares, mientras los mensajes en redes sociales no se hicieron esperar ¿quieres ir a Pedernales? La respuesta inmediata casi siempre era un sí, que luego de un momento  de reflexión, tras constatar que no estaba en las condiciones óptimas para desplazarme,  se transformó en: ¿qué puedo yo hacer desde aquí? decidí quedarme. Sin embargo, mucha gente acudió al llamado, gente preparada para estos casos,  a la que este nuevo país le debe cientos de sonrisas, cientos de rostros iluminados por el sentimiento más grande que puede albergar el ser humano: la gratitud.

Gratitud para quienes dejaron a sus familias, se organizaron y transportaron las primeras donaciones, para los voluntarios de decenas de países que hoy dan su vida y su esfuerzo para vernos en pie, gratitud para los funcionarios públicos que muchas veces son incomprendidos y hoy son los que día y noche organizan y escuchan a quienes lo han perdido todo para salir adelante.

Me quedé en Quito con la convicción de que se puede contribuir desde cualquier lugar “hacer patria desde dónde se esté” y vi con orgullo a la gente seguir sumándose en un gran esfuerzo que cada día constatamos no será de un mes ni un año, será de algunos años puestos a disposición del otro. Vi que el primer esfuerzo de miles de familias fue fundamental en esta primera semana, y que la gente entiende que la solidaridad no es caridad, no entiende de barreras políticas ni ideológicas, de clases sociales ni revanchismos, porque la solidaridad entendida como desprendimiento y compromiso será lo que hombro a hombro saque lo mejor de nosotros, de ella depende lo que haremos de ahora en adelante y la historia  de este nuevo país que contaremos a nuestros hijos.