El uso de las
redes sociales en el ámbito político no es nuevo. A partir del 2010 este
recurso –que ya se venía utilizando años atrás– tomó fuerza como un instrumento
de interacción social y de transmisión de contenidos. Sin embargo, las
coyunturas políticas, culturales y económicas por las que atraviesan diversos
países, han marcado un antes y un después respecto de la correlación de fuerzas
que ciertos grupos de la sociedad mantienen a través del Twitter y el Facebook.
Es posible que
la limitación de 140 caracteres que permite Twitter se haya convertido en un
recurso efectivo para invadir las redes de mensajes cortos, directos y audaces
que puedan ser leídos en fracciones de tiempo y causar percepciones, reales o
ficticias, sobre asuntos cotidianos o extraordinarios. Sin embargo, desde hace
algunos años hemos presenciado un incremento en el uso de estas redes como
instrumento político. En España, Brasil y Argentina, el Twitter ha sido una
importante herramienta para evidenciar tensiones entre grupos políticos,
seguidores y adversarios de gobierno. Ecuador no es la excepción, de igual
forma se observa a diario que el panorama virtual no se separa de este escenario, al menos el 50% de las
tendencias en Twitter tienen una relación con la coyuntura política.
¿Qué es lo que
hace que las redes sociales se vuelvan recursos tan necesarios en medio de
panoramas electorales? América Latina está envuelta en una compleja lucha por
el poder político. La amenaza del retorno de la extrema derecha a los espacios
de poder es un tema que ha sido foco de disputas en Argentina y recientemente
en Brasil con la aplicación del impeachment
contra Dilma Roussef, que terminó en un claro golpe de Estado. Como ya lo han
denunciado en reiteradas oportunidades varios políticos y agentes de
opinión latinoamericanos, el proceso de
deslegitimación de los regímenes democráticos progresistas, orquestado por la
extrema derecha norteamericana, no solamente se vale de medios de comunicación
tradicionales como prensa, radio y televisión, sino que se alimenta de todo lo
que pulula en las redes sociales que, en buena parte de casos son insultos,
calumnias, difamaciones violentas, acusaciones sin fundamento, informaciones
confusas, etc.
Las redes
sociales se han convertido en espacios que tienen un efecto desinhibidor en las
personas, incrementan los niveles de violencia y las hace más susceptibles de persuasión.
Asimismo permiten que cada individuo tenga una voz, una opinión o un discurso
frente a una colectividad que desconoce. No es extraño encontrar denuncias de acoso,
asedio, asecho, amenazas, intimidación, etc., que provocan inclusive
intolerancia, racismo y discriminación ante diversidad de temas que se discuten
on line.
Actualmente los
políticos han encontrado en las redes sociales un aliado importante
precisamente porque, a través de las tendencias que se generan en estos
espacios, se pueden utilizar algoritmos de información que definen públicos,
gustos, formas de pensar y hasta necesidades insatisfechas. De ahí que el
espacio de las redes sociales parece haberse convertido en una dimensión de
democracia paralela, en la que el objetivo es incidir políticamente en la
opinión y voluntad de cierto grupo de audiencias.
La actividad
política marca dos lógicas que siendo subsecuentes pueden volverse casi
incompatibles: por un lado la lógica de lo público que es donde se centra el
poder legítimo del pueblo representado en el sistema democrático; y por otro
lado, la lógica de lo privado desde donde se ejercen los derechos y
obligaciones ciudadanas otorgados por ese mismo sistema. Entonces la democracia
no es un fin en sí mismo, sino el camino que posibilita el acceso a las
libertades y derechos para todos los ciudadanos en igualdad de condiciones. De
ahí que el sistema democrático es la forma en la que, a través de reglas y
disposiciones se constituye un gobierno que tiene la facultad de decidir la
ejecución de acciones vinculantes en beneficio de toda la comunidad.
Dicho esto, el
rol de la ciudadanía dentro de un proceso democrático moderno no solo recae en
la dinámica del sufragio, sino en la posibilidad de integración colectiva en
los asuntos públicos, y de igual manera en la toma de decisiones. Esto no
siempre ha sido así, durante los mandatos neoliberales la acción colectiva se
limitó, en gran medida, al ejercicio del sufragio. De ahí que con la llegada de
los gobiernos progresistas, la democracia participativa posibilitó que la
ciudadanía pudiera ser responsable de cumplir un rol activo en la construcción
de políticas públicas.
El problema
recae cuando la estrategia electoral desfigura las formas en que la lógica de
lo público establece responsabilidades ciudadanas legitimas. Es decir cuando
alimenta, a través de espacios no convencionales como las redes sociales, la
participación ciudadana promoviendo información descontextualizada, falsa o
insidiosa. Con esto se puede decir que en los espacios virtuales los grupos de
poder buscan una intervención de la ciudadanía inmersa dentro de esa democracia
efímera de las redes, que no representa un instrumento válido sobre el que se
pueda provocar una acción jurídica concreta.
¿Pero cómo se
logra masificar información políticamente direccionada? Es importante destacar
que el sistema judicial difícilmente puede actuar sobre opiniones vertidas en
la red, especialmente por la complicación que representa corroborar la autoría
de la información que allí se publica, de ahí el porqué de la proliferación de
medios digitales. Por otro lado, porque la apertura de perfiles falsos,
llamados Trolls de redes sociales, es
una dinámica constante, con lo cual se puede intensificar el uso de un tema
específico.
Los Trolls de redes sociales son un fenómeno
que ha causado múltiples debates en los últimos años, puesto su actividad se ha
convertido en una herramienta de ataque y propaganda enfocada a una audiencia
urbana, que en muchos casos, es replicada también por medios masivos. Lo que
realmente se busca es influenciar a las audiencias sobre su intención de voto y
volver a limitar la acción democrática únicamente al ejercicio del sufragio. En
este presente cibernético las campañas políticas ya no tienen personas que
analizan propuestas y plantean debates, sino Trolls que replican información creada con la finalidad de
deslegitimar a sus adversarios.
De este modo se
empuja a cierto sector de la ciudadanía a interactuar sobre determinados
asuntos públicos sobre la base de información, en muchos casos infundada
(quejas, denuncias, críticas, etc.). El problema resulta en que esa interacción
únicamente se reduce al plano virtual, provocando un circuito perverso de
manipulaciones que terminan siendo fugaces conforme se sobreponen nuevos temas
en la agenda virtual, pero que sí pueden cambiar percepciones políticas.
Es necesario
hacer un llamado a la ciudadanía a retomar una participación efectiva que
fortalezca el sistema democrático, no que lo debilite. El interés sobre los
temas públicos recae en la responsabilidad de verificar las fuentes de
información, analizar propuestas reales, posibles y medibles; pero
principalmente evitar limitar nuestro espacio de interacción a la dimensión
efímera de las redes sociales.
Victoria Flores
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