Por Julián Moncayo
Dos fallecidos en la tragedia del
restaurante Toronto se sumaron a una lista de otros nombres de víctimas que han
muerto en diciembre por alguna forma de negligencia de la alcaldía de Quito.
Muchos dirán que es coincidencia, un accidente o que Mauricio Rodas no tiene
una responsabilidad directa. Lo cierto es que estamos ante un nuevo caso,
resultado de la omisión de control municipal que se pudo evitar. Tres
inspecciones al restaurante y según las autoridades en ninguna de ellas
descubrieron todo un piso, sí, un piso entero, con conexiones clandestinas de
gas doméstico y que estaba junto a una gasolinera.
El incidente es parte de la
evidencia en contra de una alcaldía que pasará a la historia más por sus
falencias e ineptitudes que por aciertos. La frase, Quito sin alcalde, más que
una idea suelta ahora es la realidad de la capital. Falta de planificación,
improvisación, carencia de visión a futuro y un desconocimiento total de la ciudad son hechos concretos que vivimos los quiteños día a día. Obras como la
rehabilitación del Centro Histórico, la construcción del metro, las nuevas vías
de descongestión vehicular y programas sociales están a merced de retrocesos,
demoras, ejecuciones mediocres o abandono.
La responsabilidad de la lamentable
situación de Quito recae en Mauricio Rodas, un político llegado desde México y
que supo incrustarse en la alcaldía luego de capitalizar el resentimiento
social contra su opositor –Augusto Barrera- a favor de su candidatura. ¿Algún
otro mérito? Realmente no. Los Quito Cables, el único proyecto que planteó y
cínicamente inauguró antes de empezarlo todavía es un pendiente y ha encontrado
toda clase de resistencia en los habitantes que se supone beneficiaría. ¿El
proyecto vial Guayasamín? Una medida parche a la movilidad que se haría sin
estudios y con una empresa constructora señalada por corrupción está detenida, porque
perjudicaba a la ciudad al quedar obsoleta a pocos años de ser terminada, en el
caso de que si se hiciera en algún momento.
Luego de la elección y el primer año, donde ya se
vislumbraba cierta insolvencia en pensar o imaginar un proyecto de ciudad, el
actual burgomaestre no ha conseguido cambiar esa percepción inicial. A Rodas no le han alcanzado más de tres años de su gestión -de cuatro de duración-, ni
siquiera para iniciar un proyecto propio y no ha conseguido ni siquiera conocer
la ciudad que se supone debería gobernar. Tal es el nivel de desconocimiento que trajo buses a diesel para reemplazar trolebuses eléctricos y ni siquiera podían girar por las estrechas calles del centro. Más tiempo ha pasado Rodas en viajes al
extranjero, actos proselitistas -incluido un intento de quemar la ciudad- y eventos de marketing o publicidad que
trabajando. Al pedirle cuentas, los concejales se topan con un político temeroso de las encuestas y de
puertas cerradas que solo en estos últimos meses dejó sin agua a media ciudad
por falta de un plan preventivo.
Esa es la realidad y duele a los
capitalinos tener un alcalde, probablemente el peor de de la historia, que se tomó el tiempo de inaugurar pomposamente
cuatro basureros en una capital de casi tres millones de personas, pero que no
dice casi nada de sus aparentes vínculos y los de sus familiares o asesores "ad honoren" con la mafia de Odebrecht y los casos
de sobornos investigados en la construcción del metro. Seguramente más gastaron
en la pauta publicitaria para que la prensa -a falta de obra- le tape su
negligencia con publirreportajes. Criticaba las sabatinas del ex presidente
Correa, pero él tiene las suyas con recursos públicos. Criticaba un personalismo que ahora imita mediocremente con funcionarios municipales elogiándolo -tal vez por mantener sus trabajos- en las redes sociales.
No importa si en los medios poco
o nada se ve del alcalde y su falta de trabajo. A diario las personas que
vivimos en la capital observamos la lamentable gestión del señor Rodas. Buses lanzando
humo negro que reciben subsidio por un servicio nefasto y que corretean uno
atrás de otro por vías sin mantenimiento y llenas de baches, todo esto sin el
menor control de los agentes municipales que pasan más ocupados en sus
teléfonos celulares que en devengar su salario. Eso cuando no están ellos
mismos pisoteando las pocas flores que por cosas del azar quedan en una ciudad
sin el menor ornato y donde se ha llegado al absurdo de talar los pocos árboles que quedan en los parques y avenidas.
La ineficiencia es tal que no
solo carece de gestión, sino que es incapaz de mantener funcionales los espacios de
bulevares, calles y veredas que heredó. En el casco colonial y
la mayoría de parques el espacio ha sido tomado por vendedores ambulantes,
las paredes siempre son manchadas con aerosoles y las bancas o postes rotos. Esto por no mencionar que en
todas partes hay basura acumulada o desparramada, sin olvidar los arranchadores y asaltantes que proliferan incluso en los alrededores del edificio de la Alcaldía. ¿Qué ha hecho
entonces en todo este tiempo? Ir a varios países, con pagos de viáticos y asesores costeado todo por los ciudadanos a hablar de movilidad
sostenible cuando las ciclo vías y veredas de Quito están destruidas, a hablar de respeto
al peatón cuando el auto es la prioridad y en varias partes el semáforo vive en rojo y hasta los pasos
cebras han desaparecido. Indigna verlo en Alemania o Francia presumiendo de una fiesta de las luces importada, en una ciudad
cada día con menos espacios de calidad, donde pintan un tacho de basura roto con flores y lo
inauguran con flashes y reina incluida.
Por eso y más, en este fin de año
y haciendo gala de las “facultades pirómanas” que por herencia y tradición
tenemos los ecuatorianos, yo quemaré a Mauricio Rodas, porque Quito merece un
alcalde de verdad, no el fantoche creado como producto publicitario.
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