Por Mateo Izquierdo
El octavo
aniversario de permanencia en el poder encuentra al gobierno de la Revolución
Ciudadana frente a un dilema que pone a prueba su propio génesis: reducir gasto
y esperar que escampe. Lo digo porque la lógica del Gobierno estuvo guiada
desde un principio por la inyección de recursos orientados tanto a la
infraestructura como la inversión pública, con énfasis en el sector social. Fue
el aprovechamiento de una bonanza de la que gozaba el Estado debido a
cuantiosos ahorros, sumados a la favorable coyuntura internacional del petrodólar.
¿Qué gobierno no habría aprovechado semejante condición como si fuera maná del
cielo? Los detractores criticarán el supuesto despilfarro de recursos y la
calidad de gasto, pero queda establecido para los libros de historia que en
este gobierno se lograron más cosas que en los 10 gobiernos anteriores. Cosas
que se habían pospuesto, al menos, 40 años y eso no es insignificante.
La coyuntura actual
que enfrenta el Gobierno ante una inminente fase de ajuste y reprogramación, conduce
a cuestionar los factores que han garantizado su éxito en el transcurso de
estos 8 años. Los estudiosos de la economía me corregirán, pero las medidas
“contra-cíclicas” que se aplicaron en el año 2009, de alguna forma nos
impermeabilizaron de una profunda crisis global que podría haber sido nefasta
para un país como el Ecuador. La reducción del crecimiento latinoamericano ahora
amenaza con detener el avance de políticas públicas orientadas a una redistribución
más equitativa de los ingresos, es cierto. Sin embargo, no es coincidencia que
los mentalizadores de este proyecto (sea o no sea revolucionario) han tenido la
perspicacia de intentar recetas que, en mayor o menor medida, han sido exitosas
para sacar al país de la lógica neoliberal y prepararnos para una realidad
post-neoliberal.
Al margen de las
medidas que han hecho tan eficiente la transformación de un modelo económico,
el logro profundo del Gobierno en sus 8 años de gestión ha sido la transformación
de la cultura política ecuatoriana. De ser una democracia incipiente, hemos
pasado a una democracia representativa más consciente de la realidad nacional.
La intolerancia de la población a las formas tradicionales de hacer política
permitió que se entreguen las llaves de Carondelet a una figura que fuera lo
suficientemente fuerte para detener, de una vez por todas, el modo típico de
gobernanza. Los avances en este sentido son más significantes de lo que se
asume. No es que el populismo se haya eliminado; se ha tecnificado y eso no
está mal.
Ya no hay el
despilfarro desquiciado por comprar consciencias y adquirir clientelas, sino un
genuino sentido de que los recursos deben destinarse a mejorar la calidad de
vida de los segmentos de la población más vulnerable. A su vez, los ciudadanos
han adquirido cierto conocimiento acerca de su calidad de beneficiarios de
derechos pero también se asumen como partícipes del desarrollo. La ciudadanía
ha llegado a un punto de madurez política que no permitiría la inestabilidad y
de hecho favorece la continuidad, si esa continuidad permite llevar una vida
digna en paz. Este razonamiento trasciende las condiciones socio-económicas y
es generalizado. Queremos paz.
La esquizofrenia
política de la que fuimos víctimas durante la década 1996 a 2006 trae amargos
recuerdos de lo peor a lo que pudo llegar nuestra sociedad. En aquella época
nos vimos obligados a asumir que la crisis e ingobernabilidad eran parte normal
de la vida, de la cotidianidad. El caos naturalizado nos volvió ambivalentes y
permisivos a los constantes atropellos de los pocos que se turnaban en el
poder. Lo que cambió fue que un día, no sé cuando, la población dijo: ¡BASTA!
La ciudadanía aprendió,
ante todo, que no debe permitir a sus mandantes cualquier transgresión y mucho
menos el incumplimiento de promesas. La manifestación social y las banderas de
lucha progresaron también. La “marcha” o el “paro” dejaron de tener el sentido
real de su origen y se convirtieron en mecanismos de chantaje y
desestabilización. La débil institucionalidad democrática del pasado y la
marcha en sus formas más contestatarias (desde el sindicalismo o el movimiento
indígena) causaban mayor caos en el sistema político. En ese contexto, si el
fin era generar canales de mediación y resolución de conflictos, aquello se
logró mediante la construcción de una institucionalidad más sólida. Si el fin
era conseguir mayores prebendas para un sector en particular, la lección –que
algunos sectores aún no aprenden- es que la gobernabilidad y la estabilidad son
para todos, o para nadie. La ciudadanía ya no permitiría en la actualidad que
un grupo en particular, sea cual fuere, provoque nuevamente la fragilidad
institucional que vivimos antes. Ese es el mayor avance hacia una ciudadanía
informada, deliberante y consecuente con sus obligaciones como partícipes de
esta incipiente democracia. Será una consciencia cívica adquirida a la fuerza,
pero el amor por el país es nuevo.
No es casualidad
que en estos últimos años, los logros alcanzados como país hagan que uno se sienta
verdaderamente orgulloso de ser ecuatoriano. Se trata de una apreciación del
Ecuador cabal que rebasa la cosmovisión urbana de Quito, Guayaquil y Cuenca; una
noción de que el Ecuador va hacia algún lugar más importante, de que las cosas
han mejorado y que, en comunidad, podrían seguir mejorando.
Pienso en un niño
que al empezar la Revolución Ciudadana tenía 10 años. Este niño tendría actualmente
18 años y está empezando su vida adulta, su carrera, sus sueños. Este Ecuador
es el único Ecuador que conoce. Este niño no vivió la angustiosa euforia de la
caída de Lucio Gutiérrez, sofocada en la calle Guayaquil por los gases
lacrimógenos de la policía. Este niño tampoco vio las movilizaciones indígenas
que paralizaban al país encareciendo los productos, o la toma del Congreso por
parte de militares golpistas y dirigentes indígenas en la caída de Jamil
Mahuad. La violencia que vivimos quienes estuvimos ahí, nunca la ha experimentado
ese niño y ojalá nunca la vea. Este niño no sabe lo que fue la ‘Pichicorte’, ‘Flores
y Miel’, ‘Bonos Brady’, ‘Escuadrones Volantes’ o el ‘Feriado Bancario’. No los
conoce y no le importan; es más, no tiene por qué importarle. Ese niño
únicamente ha vivido la realidad de crecer en un país en el que tiene
oportunidades, en el que podrá estudiar y trabajar, y en el que podrá vivir
dignamente y ser orgulloso de quién es y de dónde es.
Ocho años son toda
una niñez y pese al tiempo transcurrido, este Gobierno está apenas en su
infancia pues queda mucho por hacer. Ese es el sentir de muchos quienes han
permitido a este proceso estar en el poder. Esos votantes que ven
significativos avances en cuanto a infraestructura y obras. Sin embargo, lo que
más se aprecia es que se nos haya devuelto la capacidad de pensar en un país
mejor. De creer que, como ciudadanos, y a pesar de las diferencias, caminamos hacia
un mismo lugar.
Hay, entre
nosotros, los que no están orgullosos de su país; los intransigentes. Ellos
prefieren el caos y la ingobernabilidad porque les fue útil y funcional. La
intención de arrebatarnos el orgullo raya en la sedición porque se han dado
cuenta de que la inercia que se genera alrededor de este proceso es imparable.
No se trata de una cuestión partidista; es una cuestión de construcción del
proyecto nacional que deberemos proteger con la vida si es necesario. Todos
aquellos nuevos ciudadanos que no recuerdan las décadas oscuras se lo merecen.
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3 comentarios
Write comentariosTu visión de la coyuntura política del Ecuador es muy sesgada y obnubilado por el presidente; ergo es fácilmente discutible, todos las premisas de los que te sostienes. Hay varios puntos en los que te limitas a hacer un análisis empírico de las cosas, por no decir todos. Generalizas tus afirmaciones y en un país tan diverso que incluso lo ampara la Constitución, existen pensamientos y criterios diferentes, así que no todxs creemos, como tú, que sentirse orgulloso de ser ecuatoriano es gracias a este gobierno. En mi caso no lo es y no soy del grupo que “prefiere el caos y la inestabilidad política” como tus los llamas y mi postura política está muy distante de “éstos”.
ReplyMe parece increíble en verdad que pienses que la historia del Ecuador se enmarque en la “revolución ciudadana” y no en lo que pasó anteriormente, sin embargo, la tomas para hacer comparaciones de los logros que hizo este gobierno. No existen sociedades a-históricas, gracias a la historia de este país llego al poder Correa y apoyado por los grupos que participaban de marchas que destituyeron a los antiguos gobiernos. No olvides que tu presidente también fue forajido.
Ahora el proceso de reelección yo lo veo claramente desde una perspectiva hobbesiana (de la adquisición del poder por el poder que tienen las personas) con un notable síndrome de “hubris”. Independientemente de que el presidente se lance o no a la reelección, estoy más que seguro que no lo hará, se ha visibilizado que quieren mantenerse en el poder no sólo por el pueblo.
La reelección se da gracias a la influencia que tiene el ejecutivo sobre el legislativo y la participación de sus funcionarios en la aprobación de las enmiendas constitucionales. No es el pueblo, a simple vista, ahora si lo proponen a consulta, como antes, y gana sería otra cosa…
La sociedad ecuatoriana se ha convertido en una sociedad clientelar que está a esperas de lo que el gobierno decide con el Bono de Desarrollo Humano y con lo que, buenamente, pase con el petróleo. El gobierno no ha sido capaz en todos sus ochos años, más que cual gobierno que le precedió, de crear una economía que no depende de los recursos no renovables.
En fin hay mucha tela que cortar y no todo es genial como lo pintas en Ecuador. Hay que salir de círculo de élite política para también ver otras perspectivas…
Cabe recalcar que no tienes ni idea de política y mucho menos de Economía, como dice el texto en los primeros párrafos; en 8 años de RC se ha hecho mucho más que en 10 años de gobiernos capitalistas. Pero la verdad se muestra, tú decides si cogerla o no... no te engañes.
Replyhttp://ecuadoryacambio.ec/wp-content/uploads/2015/01/8-A%C3%91OS-DE-REVOLUCI%C3%93N-CIUDADANA.pdf
jajaja... no tengo idea de política??? discúlpame, pero primero averigua, Además esté no es el medio para pelear. Claramento expongo que sí, es cierto y hay que reconocer que la RC generó cambios en el país (un país que venía de inestabilidad institucional y en que la participación del Estado era mínima, porque los que detentaban el poder era los que manejaban los hilos, El Estado, per se, respondió a intereses privados. Es imposible discutir con el fanatismo. No me engaño (como dices) al contrario tengo el panorama claro y no obnubilado ni parcializado. Y te regreso lo que me dices, quien decide si tomarla o no eres tú...
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