Los alaridos de la memoria

Por Mateo Izquierdo


La mañana de este 8 de enero la Fiscalía General del Estado amaneció decorada: una ofrenda floral justo debajo del rostro de León Febres Cordero en memoria de la desaparición de Santiago y Andrés, los hermanos Restrepo. La imagen es desgarradora pero constituye una provocación justificada de parte de una familia que, a casi tres décadas del peor día de sus vidas, todavía no conocen la verdad de los hechos. 

Familiares de los hermanos Santiago y Andrés Restrepo, colocaron una ofrenda floral bajo el mural “Grito de la Memoria”, en las afueras de la Fiscalía. Fue en acto discreto que no llamó la atención, salvo un par de notas pequeñas en prensa escrita que recordaban al lector que justamente un 8 de enero de 1988 desaparecieron dos muchachos, así, de la nada.

¡Desde aquel día han pasado ya 27 años!

El lugar que eligió la familia para recordar a los suyos (frente al mural de Pavel Égüez) es el sitio más idóneo para levantar un altar donde se pueda honrar la memoria de los adolecentes asesinados en manos, según dicen, de la Policía Nacional. El sitio resulta propicio, puesto que es precisamente en la Fiscalía donde reposa la investigación de los desaparecidos, hace mucho más de dos décadas. Resulta irrisorio permitirse que en este lugar pase un año más de trámites, delegaciones, investigaciones simbólicas, ninguna respuesta y harto silencio, el profundo silencio que ha caracterizado este hecho desde que ocurrió, y que al parece de muchos ya es común.  No podemos pasar por alto el simbolismo que trae consigo el mural de Égüez, quien retrata los rostros más representativos de la represión autoritaria en Latinoamérica durante los años 70 y 80. Tal es asi, que el artista forjó en su mural las imágenes de Augusto Pinochet, Jorge Videla y, entre otros, León Febres Cordero como figuras emblemáticas de las violaciones de derechos humanos cometidas en cierta época; época que, al menos en el Ecuador, ha marcado un precedente a lo largo de los años.

Muy a pesar de familiares y seguidores de Febres Cordero, el legado de su padre será, eternamente, el del hombre que lideró el momento más represivo en la vida republicana de este país. Las anécdotas, los informes, las denuncias y declaraciones así lo confirman. Hoy, el rostro de Febres Cordero yace plasmado a lado de los hombres más nefastos de la historia latinoamericana; donde, según algunos, debe estar y según otros no.

Seguro lo más indignante para la familia debe ser el que las figuras responsables, directa o indirectamente, de los actos cometidos caminen libres por las calles del Ecuador sin que asuman responsabilidad alguna por los hechos. No pretendo arrogarme representación alguna de la familia o presumir saber lo que sienten. Sin embargo, tienen mi total empatía y solidaridad, así como la tendría cualquiera a quien se le desaparezca un familiar en manos del gobierno de turno, sea cual fuere.

Tal vez no sea la forma que la familia Restrepo quisiera que se guarde la memoria de sus hijos, pero, en su nombre y como ciudadano, no exijo justicia, exijo venganza. Una venganza simbólica que castigue a los representantes de la represión Social Cristiana con la eterna calificación de “asesinos” y “verdugos” de la juventud, de la democracia ecuatoriana y de la justicia. Serán por siempre la mancha oscura en la historia del país; y el vivo ejemplo de que el fin no justifica los medios. Es importante recordar, pero es más importante no olvidar.

Que el arreglo floral que se colocó para conmemorar la desaparición de los hermanos Restrepo, se convierta en un lugar de homenaje, de memoria histórica y de resolución. Pues la convicción de algunos, como yo, es jamás permitir que este tipo de actos se vuelvan a cometer en nuestro país y, mucho menos, en nombre de la libertad y la democracia.

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