Líbrame de la Prensa


 
Por Mateo Izquierdo

El pasado domingo 3 de mayo se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa, fecha establecida por las Naciones Unidas porque coincide con el aniversario de la Declaración de Windhoek, un documento que recogió los principios de la libertad de prensa en el mundo al reconocer la prensa libre, pluralista e independiente como un componente esencial de toda sociedad democrática. Así mismo, se reconoce la importancia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que en el Artículo 19 establece: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión este derecho incluye el de no ser perseguido a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitaciones de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Cada año se conmemora esta fecha para reconocer el trabajo de numerosos periodistas en todo el mundo que por convicción profesional ponen en peligro sus vidas, en el esfuerzo de informar al mundo de los sucesos, eventos y hechos más relevantes de nuestros tiempos. Es una convocatoria a reflexionar sobre la libertad de prensa y todo lo que está relacionado con el periodismo, el acceso a la información y la comunicación. Es también la oportunidad de atraer la atención pública e involucrar a la sociedad global en los conflictos y violaciones de derechos más graves que ocurren en el mundo.

En Ecuador, la conmemoración del Día Mundial de la Libertad de Prensa de las Naciones Unidas coincidió con el lanzamiento del Informe Anual de la Libertad de Prensa del “Organismo No Gubernamental” Freedom House con sede en Washington D.C., cuya evaluación de la libertad de prensa en el mundo determinó que el Ecuador tiene una calificación de 58/100 lo cual lo establece como un país “parcialmente libre” junto a países como Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Panamá, Paraguay, Nicaragua, Perú y República Dominicana. Sin embargo, y pese a ser unilateral, para algunos analistas esta calificación trae consigo implicaciones sobre una tendencia hacia la supuesta disminución de derechos que ha vivido el país en años recientes y, sin pérdida de tiempo, se la aprovecha para justificar los reclamos de actores de oposición que sienten que se ha limitado su derecho a la libre expresión.

Aquí la médula del asunto: la calificación de Freedom House es intrascendente para nuestro país pues viene de una organización que carece de legitimidad alguna para emitir criterios sobre nuestra condición. En palabras del filósofo norteamericano Noam Chomsky, esta organización “responde a intereses neo-conservadores del partido Republicano estadounidense y del Senado que ha servido como brazo propagandístico de la CIA”. Entre sus socios se encuentran Donald Rumsfeld, ex secretario de Defensa del gobierno de George Bush; Paul Wolfowitz, también miembro del gabinete de Bush y expresidente del Banco Mundial. Es importante recordar que estos dos individuos no pueden pisar territorio europeo pues son considerados criminales de guerra y enfrentan juicios de lesa humanidad por su participación en la Guerra de Iraq.

Es más, países como Alemania, Suecia u Holanda, al igual que organizaciones como Human Rights Watch, han criticado innumerables veces a Freedom House en años recientes por su apoyo a elecciones supuestamente “democráticas” en países de claras violaciones a los derechos humanos, cuando los gobiernos ganadores son aliados de los Estados Unidos. También se ha cuestionado la metodología de los informes de Freedom House pues, curiosamente, omiten violaciones de derechos humanos y libertad de prensa en los Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel. Igualmente, despierta suspicacias el hecho de que alrededor del 80% de su financiamiento proviene del Departamento de Estado Norteamericano, a través de la Agencia de Cooperación para el Desarrollo de los Estados Unidos (USAID por sus siglas en ingles).

Con todo ese antecedente, y a pesar de ser intrascendente el informe parcializado de esta organización, coincido con la calificación de que el Ecuador es parcialmente libre en términos de libertad de prensa: simplemente debemos remontarnos a la Declaración de Windhoek para corroborar aquello, en el sentido de que este documento menciona que para que la prensa sea libre debe ser “Plural e Independiente”. ¿Es acaso pluralista e independiente la prensa del Ecuador? No lo es ahora y no lo ha sido jamás. ¡Esa fue justamente la perpetua queja de Eugenio Espejo por el año 1792. Y al 2015 seguimos con el mismo debate pues no se ha resuelto aún uno de los más grandes problemas de nuestra democracia: la deficiencia absoluta del acceso a la información.

El sesgo con el que los medios privados se han empeñado en posicionar al Día de la Libertad de Prensa como un ámbito de su exclusiva propiedad, no es inocente. Existe, sin duda, la intención premeditada de erigir a esos emporios de la comunicación como los únicos beneficiarios del derecho a la libertad de expresión o como las más dolientes víctimas cuando la sociedad pretende legislar en el terreno de la comunicación.

No es nada nueva la intención de esos medios de construir la idea colectiva fija de que la libertad de prensa comienza y termina en ellos. ¿Con qué fin? Con el objetivo de anular al ciudadano como un sujeto que, asistido por el derecho de ser informado, de recibir información veraz, imparcial y objetiva, y de tener acceso libre a esa información, se convierta en el principal crítico del trabajo parcializado, perverso o mentiroso de la comunicación que esos medios pretendan ejercer para manipular a la opinión pública en beneficio de determinados intereses.

A lo largo de muchas décadas, varios medios privados –sí, privados porque hasta hace 8 años no existía prensa pública en el Ecuador- han atropellado el derecho ciudadano de acceder a información realmente veraz, contrastada y objetiva, debido a la condición misma de esos medios de comunicación que no han sido más que herramientas de manipulación de poderosos grupos económicos que, históricamente, han impuesto la prevalencia de sus intereses en los conflictos sociales, crisis y sucesos más relevantes del país. Esto no es nuevo, es paralelo al desarrollo del país y su inclusión en el mercado global. Así fue durante la revolución liberal, durante la revolución juliana, durante los velasquismos y tras el retorno a la democracia. Es cuestión de mirar atrás y ver cómo los medios de comunicación privados siempre han medido las circunstancias, antes de alinearse con aquellos actores sociales o políticos que tenían las mejores perspectivas de ganar en eventos claves de la historia ecuatoriana.

¿Dónde queda la parte de la libertad de prensa que le corresponde al ciudadano y que se refiere al derecho de recibir información imparcial sobre los sucesos que más le afectan? La prensa ha jugado un papel que no le competía: el de juez involucrado, inmiscuido en los asuntos nacionales como un actor político más. Ese papel de actor político ha confundido a innumerables comunicadores y periodistas que se han pretendido cronistas de la historia nacional, con una visión mezquina, insuflada de ego y carente de objetividad.

Es ese el marco en el que la libertad de expresión y la libertad de prensa deben ser comprendidas, reconocidas y respetadas.

Que la ONG Freedom House emita sus evaluaciones anuales no afecta en lo más mínimo a esta realidad nacional y mucho menos al hecho de que la hegemonía de los medios privados sobre el acceso de información no es una particularidad ecuatoriana, sino global. Manuel Castells, Noam Chomsky, James Petras, Naomi Klein, entre otros, han desarrollado extensas investigaciones al respecto. El hecho de que actualmente la prensa privada ecuatoriana juegue un rol declarado de opositor al gobierno tampoco es nuevo. Sin embargo, causa risa el ver cómo se frota las manos cuando recibe informes de este tipo que, supuestamente, confirman sus más radicales reclamos de una ficticia restricción a la libertad de expresión en el Ecuador y de una, por ende, falta de condiciones democráticas.

La miope visión de esos medios privados ecuatorianos, alterada por el desenfreno de su animadversión, hace que desnuden torpemente su condición de peones insertos en un entramado juego de intereses que supera nuestras fronteras nacionales y en el que sencillamente cumplen el papel de apalancar la manipulación de la información en función de consolidar intereses políticos de las más grandes potencias mundiales. Nada más y nada menos. En este pernicioso juego, los “respetables” actores políticos de la prensa se convierten en los empleados de la más baja calaña al servicio de un amo supranacional que no cree en la democracia, que desconoce a la sociedad civil y, sobre todo, que ignora al más importante componente de la libertad de prensa como es el acceso de la ciudadanía a la información.

En el Día de la Libertad de Prensa es pertinente decir con firmeza que mientras los grupos económicos y financieros más potentes del país tengan la última palabra sobre la difusión o no de la información hacia la sociedad, no habrá libertad de prensa en Ecuador y, lo más importante, se está atentando contra un valor fundamental de la democracia que es el de una ciudadanía informada y deliberante frente a la toma de decisiones.
Previous
Next Post »