Convergencia democrática: la carrera al centro

Por Mateo Izquierdo

@mateoizquierd0

El año político ha arrancado con diversos sectores buscando protagonismo ante un electorado abrumado y apático. Los grupos de oposición, al parecer, han concluido que la única forma de arrebatarle el poder al oficialismo es conformando una coalición apartidista que pueda asegurar el reparto cómodo de la troncha una vez resuelto el problema del “correísmo”. Esta semana presenciamos la revelación de nuevos integrantes a la afamada UNIDAD de Cuenca promovida desde el año pasado por el alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot; el alcalde de Quito, Mauricio Rodas; y el prefecto del Azuay, Paul Carrasco. A ellos se unieron Ramiro González, del partido Avanza, y Marcelino Chumpi, prefecto de Morona. 

Desde febrero del 2015 hasta la reunión de esta semana, al parecer no ha sucedido otra cosa además de la inclusión de estas nuevas figuras a la rancia fanesca de actores que, de otra forma, jamás se verían juntos ni para chuparse un helado. A pesar de que se difundió la idea de que participaron alrededor de “60 políticos”, la realidad vista cuidadosamente nos reveló que en verdad eran representantes de 4 o 5 organizaciones que, en términos electorales, recogen alrededor del 30% de votos nacionales (entre asamblea y gobiernos locales). Ese es el escenario de la coalición anti-natura que se cocina bajo el lema de la “recuperación de la democracia y la salida de la crisis”. Sin una agenda política definida, la hoja de ruta que le queda por desarrollar a esta mezcolanza caótica y oportunista implica que sus protagonistas depongan, momentáneamente, intereses personalistas y partidistas para lograr acuerdos mínimos de gobernanza hasta el momento de la verdad: las elecciones para la Presidencia de la República que se efectuarán  en febrero del 2017.

Visto el panorama a groso modo es evidente que existen confusiones iniciales sobre la diferencia entre los procesos preelectoral, electoral y poselectoral pues múltiples actores ya están hablando de lo que harán una vez en el poder, sin tomar en cuenta el largo y empedrado camino que tienen por delante antes de llegar a febrero de 2017. Al final del día la ciudadanía tendrá en sus manos la decisión de devolver el poder a sectores que lo perdieron con la llegada de Correa o decidir la continuidad del modelo de desarrollo con ciertas variaciones. 

Mientras tanto, en otro sector, Pachakútik ha convocado a una reunión de UNIDAD el día 27 de enero a la cual ha invitado a actores políticos, organizaciones e individuos que han encontrado hermandad y similitud en su repudio a Correa. En este caso, el experimento se parece más a una reunión de apoyo de alcohólicos anónimos en la que todos relatan a su turno el problema que les aqueja (que evidentemente es el “correísmo”), que a un proceso serio de trabajo político en pos de una eventual coalición. A este intento de Pachakútik no le faltó su dosis de folclorismo politiquero de antaño cuando en medio de las conversaciones de esta Unidad, el prefecto de Morona, Marcelino Chumpí, se les adelantó a los de su propia tienda política para ir a la otra Unidad (la de Nebot y Carrasco) y tomarse la foto. 

En ese juego de ver quién es el legítimo portaestandarte de la Unidad verdadera, Pachakútik pretende que la suya sea única reunión de unidades, en un encuentro que pretende agolpar actores de todos los colores y sabores de una perfecta orgía democrática en la que se concebirá la propuesta de una coalición de oposición. ¿Ante estas dos iniciativas de convergencia, qué le queda al elector? Pues simplemente darse cuenta de que esta suerte de unidad en la contradicción es el producto de la mediocridad de los viejos actores de la partidocracia que patalean en medio de sus propias falencias, las de su anacrónico sistema de partidos y la dispersión de sus propios intereses. Por eso es que ahora vemos este indigno juego de las sillas. 

Me hubiese encantado ver las expresiones faciales de Natasha Rojas de la Unidad Popular o de Alberto Acosta de Monte Cristi Vive cuando miraron por la prensa cómo un compañero de barricada como Marcelino Chumpi posaba para el selfie con Jaime Nebot. Me hubiese encantado saber qué se les cruzó por la cabeza cuando se dieron cuenta de que pese a un año entero de movilización, algunitos se les escapan por las ranuras. Seguramente la dirigencia de la CONAIE y sus alfiles más fundamentalistas estarán indignados ante semejante artimaña. Sin embargo, la indignación les debería durar poco pues Pachakútik, el brazo político del movimiento, está actuando como siempre lo ha hecho: al vaivén de lo acomodaticio. Solo recordemos el papel de Pachakútik en la elaboración de la Constitución del 98, la alianza con Lucio Gutiérrez en el 2003, la alianza con PAIS en el 2007 y su participación en la Asamblea Constituyente de 2008. Ya es parte de su modus operandi el tranzar y pactar bajo la lógica de los cálculos políticos coyunturales, cálculos que a fin de cuentas le han otorgado ciertas prebendas y premios al momento de repartir el pastel. No hay nada nuevo bajo el sol. La pureza ideológica que se le exige a la directiva de Pachakútik es patética pues sus directores siempre han optado por el pragmatismo antes que el tradicionalismo militante de los profetas de la lucha de clases y el materialismo histórico. 

Para nadie es un secreto que el Movimiento Indígena se desmorona ante nuestros ojos y en medio de ese derrumbe el pretender que Pachakutik y su dirigencia estén en condiciones de conducir una coalición de actores variopintos es, por decir lo menos, lamentable. Los acuerdos que surjan de esa reunión serán efímeros y difícilmente contarán con el apoyo de las facciones más puritanas del movimiento como son los dirigentes de Ecuarunari y la Confeniae. Visto ese escenario ¿qué se puede esperar de actores que se están peleando a dentelladas la adhesión de un par de dirigentes indígenas para demostrar que su iniciativa es pluralista y étnicamente respetuosa de la diversidad política ecuatoriana? No se requiere más de dos dedos de frente para comprender que todas las organizaciones políticas necesitan a las bases del movimiento indígena para apostarle a un éxito electoral. En este punto, esa base social es la joya de la corona y todos andan coqueteándole.

Quedan muchas dudas de cómo se llegará a acuerdos mínimos cuando se elabore una agenda política y surjan diferencias en cuanto al modelo económico y prioridades nacionales. ¿Será que la derecha está dispuesta a ceder visiones libremercadistas a cambio de aplicar políticas proteccionistas? ¿O conservacionistas o pluriculturalistas? Lo dudo, y ahí los colores brillarán en todo su esplendor. Las diferencias ideológicas sobre el desarrollo del país son diametralmente opuestas y jamás podrán converger. Cómo articularán, por ejemplo, el Sumak Kausay con un TLC o la reforma agraria con la agroindustria. Simplemente serán mucho más grandes las diferencias que las coincidencias como para justificar una estrategia netamente electoral cortoplacista.

Una de las conclusiones que se develan de la reunión de Cuenca es que la derecha conservadora del socialcristianismo se siente amenazada por la campaña del banquero Guillermo Lasso. El banquero, recordemos, lleva en campaña más de año y medio intentando consolidar su organización política CREO. Sin embargo, es claro para todos los participantes de la reunión de Cuenca, como para los participantes de la reunión de Pachakútik, que el hombre tiene el carisma de un poste de luz y difícilmente logrará entusiasmar al electorado bajo la consigna de la inversión extranjera como panacea. De fondo, está la búsqueda de un candidato presidenciable que pueda ganar las elecciones convincente y fehacientemente.

Lasso no convoca ni a su familia pero Carrasco tampoco. Lo claro es que individualmente ninguno de estos actores tiene mayor capacidad de convocatoria por sí sólo por lo que se necesitan mutuamente para sumar. La lógica les dice que si cada uno aporta su potencial electoral local, podrían conformar un gran bloque que les serviría para la consolidación de la mayoría en la Asamblea. Eso cubriría la estrategia legislativa de transición pero aún están muy lejos de acordar el apoyo a un candidato puntual. No obstante, las posiciones poselectorales abren otro abismo: mientras la centroizquierda sabe que deberá aglomerar a sus múltiples grupúsculos para pensar en la defensa de las conquistas sociales, laborales y de derechos, limitando su agenda a un enfoque más bien “reformista” de la situación actual, las intenciones de la derecha son las refundacionales del “borra y va de nuevo”. Ellos son los que han hecho que nos preguntemos: ¿en serio, quieren escribir una nueva Constitución otra vez? 

Hablando de presidenciables, pareciera que la derecha conservadora habría asumido que la respuesta para encontrar a un candidato amigable sería un viraje al centro. Si se suman el pragmatismo ideológico de Pachakútik con la resignación de la derecha conservadora, ambos bandos estarían empeñados en encontrar una figura aceptable para todos. El perro y el gato comiendo del mismo plato, nada más que eso. Por ende, podríamos asumir que la solución está en un candidato que aglomere a la centro-izquierda y que le sea aceptable a la derecha, pues el momento del retorno al neoliberalismo tecnocrático no es hoy. 

La fanesca podrida de Cuenca, más que una demostración de unidad fue una exposición artística de egos y modales. Todos llegaron a abrazarse y jurarse lealtad. Sin embargo pesa más lo que no se ve en la foto. A pesar de que la convocatoria a la reunión fue de Paúl Carrasco, siempre queda flotando en el aire la certeza de que quien verdaderamente organiza la fanesca es Nebot. Algo similar ocurre con la reunión de Pachakútik: pese a que la reunión la convoca su directora, Fanny Campos, surge la sospecha permanente de que por detrás aguardan Lourdes Tibán, Salvador Quishpe y Carlos Pérez Guartambel para detener el partido y llevarse la pelota.

Los acuerdos no son malos, siempre y cuando las intenciones sean transparentes pero el tufo que dejan ambas reuniones es el de que nadie está poniendo todas las cartas sobre la mesa. En efecto, ha llegado el momento de que los actores de oposición encuentren sus aliados estratégicos. Sin embargo, a estos actores se les olvida que de por medio está el porvenir de un país y la salida armónica de una crisis global que amenaza con detener el crecimiento sostenido que ha tenido el Ecuador durante los últimos nueve años. Si de estas reuniones de convergencia no surgen soluciones contundentes a los problemas nacionales, sin cálculos revanchistas, no lograrán captar la atención de una población que está harta de la confrontación y el desgaste.

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3 comentarios

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Unknown
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25 de enero de 2016, 14:06 delete

¡MUY CONVINCENTE EL ANÁLISIS DE LA ACTUAL SITUACIÓN POLÍTICA DEL PAÍS! ¡ME GUSTA LA EXPRESIÓN: "SIN EMBARGO PESA MÁS LO QUE NO SE VE EN LA FOTO"!

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Felipe Jaramillo Monsalve
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26 de enero de 2016, 7:46 delete

Es triste que para tantos grupos lo que prevalezca sea la mediocridad, pero solitos se han encargado de abrir paso al partido oficialista, mientras ellos se desgastan incansablemente, Alianza País los deja. No entra en la pelea, para no desgastar a su candidato, lo que demuestra una estrategia política digna de felicitar.

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