La reunión de Cuenca o el reencuentro de “La Guaragua”


Por Tomás Ojeda




Era jueves 11 septiembre de 2014 y resultaba extraño ver a un Jaime Nebot diferente: dejó la guayabera en el armario y en su lugar vistió una chaqueta. Su rictus de ‘hombre duro’ era el mismo, aunque mostraba síntomas de cansancio: con 67 años a cuestas había llegado a Guaranda, a 2.668 metros de altura, muy lejos de su porteña Guayaquil. Algo similar ocurrió con Mauricio Rodas, alcalde de Quito, quien por un momento desechó su cómoda, sosa e indefinida postura política y ‘le tocó’ revelar su innegable procedencia ideológica. El entusiasmo de sus asesores desbordó la discreción con que se oculta la ignorancia cuando es inevitable y, sin pudor, publicaron en la cuenta de Twitter del alcalde un horroroso trino que anunciaba su presencia no en Guaranda, sino en la “Guaragua” para el encuentro.

La historia conocida dice que ese día y en esa ciudad ocurrió una reunión en la que participaron 16 alcaldes y seis prefectos de oposición al Gobierno, y que concluyó con una declaración de 12 puntos enfocados básicamente a recordar la autonomía de los gobiernos locales, rechazar la supuesta interferencia gubernamental en la competencia del control de uso del suelo, y construir una plataforma de apoyo común en cuanto a políticas públicas, entre otros temas. Es decir, nada irregular. Es más, el COOTAD y el Código de la Democracia establecen que alcaldes y prefectos deben reunirse entre sí para coordinar acciones y promover proyectos y programas conjuntos en beneficio de los ciudadanos. Así también lo hicieron, entre el 27 y 29 de noviembre de 2014 en Pujilí (Cotopaxi), los alcaldes de los 205 cantones restantes del país para debatir sobre la gestión municipal.


Han pasado cinco meses desde la reunión de Guaranda y ahora es Cuenca la sede de un nuevo encuentro de alcaldes y prefectos de oposición, pero, al parecer, cambiaron las prioridades. Lo local ya no es materia de análisis sino lo nacional y aquello de la autonomía y las competencias administrativas ni siquiera son el pretexto para disimular la innegable carga política que tiene el cónclave. Ahora hablan de crisis, democracia y libertades en el país.

¿Crisis? En 2014 el Gobierno entregó más de USD 872 millones a los 16 cabildos cuyos representantes se reunieron en Guaranda, pero además el 73% de la gestión municipal se hace con recursos provenientes del Ejecutivo y solo un 21% con ingresos municipales propios.

¿Democracia? Justamente hace un año, el 23 de febrero de 2014, el electorado ecuatoriano decidió dar continuidad a la gestión de unos funcionarios y le negó esa posibilidad a otros; el propio Gobierno ha hablado de ‘revés’ en algunas plazas que estaban administradas por autoridades afines al régimen y que ya no están más. Esto dentro del juego democrático que a todas luces se ha respetado, especialmente desde el Ejecutivo cuyo titular no ha dudado en recibir a muchos de ellos en Carondelet para escuchar sus inquietudes y analizar soluciones a los problemas de los cantones.

¿Libertades? Sin ningún impedimento, los alcaldes de oposición pueden reunirse en el sitio que quieran, en el momento que quieran y –como queda en evidencia- para tratar los temas que quieran, aunque ello implique que destinen tiempo valioso que deberían dedicarlo a resolver los problemas de sus ámbitos de administración: Nebot continúa con su política de ‘torear’ la competencia del transporte que le corresponde, Rodas aún no define cuál es su modelo de administración y Carrasco es cuestionado en varios cantones azuayos por cómo ha manejado el tema de límites provinciales.

Aquí no se critica el derecho constitucional que tienen los alcaldes de reunirse como un recurso democrático para coordinar y mejorar acciones, pero de eso a mantener un encuentro en el mismo recinto con gente como Cynthia Viteri, Rosalía Arteaga, Carlos Vera, Mónica Chuji, Leonardo Viteri, Luis Almeida, Luzmila Nicolalde, César Rodríguez, Luis Fernando Torres o Cristina Reyes como interlocutores, hay una distancia ética abismal. La sola presencia de estas personas, no se sabe si apoyando o apoyándose en un acto público protagonizado por los alcaldes, revela la inequívoca orientación política de un evento que se lo vendió como de rendición de cuentas del prefecto azuayo Paúl Carrasco y como un encuentro para llamar a la ‘Unidad Nacional’. Cabe preguntarse entonces, ¿unidad en torno a qué? ¿Unidad entorno a quién o quiénes?

Si se juntaran por cuenta propia con esos cuadros no habría reparo alguno –es más, provienen de la misma clase política decadente- pero hay que recordar que no se trata de actores sin importancia: estos alcaldes son representantes de elección popular decididamente prestos a meterse en un minúsculo vaso de agua para que la miope y desorientada oposición los pesque sin cometer errores y experimente con ellos algún conjuro que muestre aunque sea un leve destello en el horizonte del 2017.

El encuentro de Cuenca deja como conclusión la señal irrefutable y evidente de que la oposición ha decidido ‘arrimarse’ y usufructuar de una vez por todas del peso institucional de alcaldes y prefectos que le son afines, y es evidente también que esos alcaldes y prefectos han mostrado la gustosa disposición de prestarse a la vieja ‘estrategia Mahuad’: convertir a sus municipios en el trampolín para saltar a Carondelet. Eso tiene su explicación: a la decrépita oposición no le quedan muchas otras alternativas. Carente de cuadros y asfixiada por decenas de agendas y círculos de poder entrecruzados, es eso o resignarse a jugar únicamente con la carta del candidato-banquero que ya lleva dos elecciones presidenciales perdidas.

Más allá de cualquier consideración retórica, que desde los medios de comunicación se argumentará para justificar el, ahora sí, público matrimonio entre la partidocracia y los alcaldes opositores, permanece una realidad que es insoslayable: los alcaldes y prefectos que lideraron el encuentro de Cuenca, o del reencuentro de “La Guaragua” son, ante todo, funcionarios públicos con tareas y encargos que están claramente establecidos en la ley y que nada tienen qué ver con el proselitismo político o con ser cómplices de procesos de desestabilización de un Estado del que, demás está recordar, ellos también forman parte.

Por cómo han ido evolucionando los hechos, es difícil no pensar en la tesis de una ‘restauración conservadora’ en plena marcha y resulta mejor irse preparando para imaginar cuál va a ser el vergonzoso desenlace de la Guaragua parte 3.


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1 comentarios:

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Anónimo
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27 de febrero de 2015, 16:38 delete

si alos correistas no les gusta esto y a atento ecuador tampoco de que cirve mi comentario si para votar a un precidente no se necesita que se rreunan dos o tres pelagatos para votarlo eso lo podemos hacer el pais entero y nada mas solo con negarle el voto es suficiente

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