El desencuentro de las derechas


En enero de este año Jaime Nebot llegó a Quito para posesionar a la directiva de Pichincha del Partido Social Cristiano/Madera de Guerrero. Fue un evento discreto que tuvo poco eco a nivel mediático o trascendencia para el ciudadano común, más allá de marcar la primera vez que Nebot pisaba tierra quiteña en varios años. Semanas antes el alcalde de Guayaquil había presidido en Cuenca un encuentro de su incipiente iniciativa de coalición junto a representantes de Avanza, Podemos, SUMA y una facción de dirigentes pertenecientes a la CONAIE. Ambos eventos tuvieron el objetivo de plasmar en el imaginario público un despliegue territorial del alcalde que buscaba, en un inicio, generar expectativa sobre ciertas intenciones electorales venideras. Mucha de la conversación política en torno a estos sucesos giraba alrededor de la especulación de la posible candidatura de Nebot a la presidencia de la República o, en su defecto, la de su efebo en entrenamiento, Mauricio Rodas, a veces alcalde de Quito.

A fines de mayo se llevó a cabo una reunión reservada en la casa de Nebot en Samborondón cuyo objetivo fue la elaboración de un plan de gobierno para la reactivación económica. Fruto de esta reunión, se supondría, surgiría una propuesta conceptual que se basara en tres abstracciones simpáticas: democracia, libertad y desarrollo. De trasfondo estuvo la consolidación de la coalición a nivel provincial a fin de preparar una plataforma política de transición y sentar las bases para la creación de un binomio atractivo, potente y de consenso. Los participantes a la reunión se rehusaron a especular en público sobre posibles candidaturas, pues “aún no es el momento de discutir esos pormenores”. Sin embargo se presumía que estaban cercanos a proponer un candidato único para las elecciones presidenciales de febrero de 2017. Según palabras de Jaime Nebot, aquello “dependerá de la madurez y del civismo de los miembros”. Ante todo esto el alcalde guayaquileño ha manifestado en repetidas ocasiones que su nombre no está en discusión para la candidatura. Muchos preguntarán, ¿y entonces para qué tanta alharaca sobre una alianza meramente electoral sin una candidatura sólida y potente? Llegar a las elecciones sin candidato sería como llegar a un matrimonio sin novio.

Todo apuntaría a que el interés prioritario habría sido la conformación de un bloque legislativo de mayoría y, en segundo orden y con menor relevancia, la intención de captar la Presidencia de la República pues en nuestro extremo sistema multipartidista las posibilidades de dispersión en la Asamblea Nacional podría significar una obstrucción insalvable a la agenda política de un gobierno entrante. Al parecer, los adherentes a la famosa Unidad entienden que el ejercicio del poder mediante un gobierno minoritario puede conducir a una sucesión de efectos nefastos como crisis política, ingobernabilidad, inestabilidad política, polarización, fraccionamiento y el fracaso de la negociación interpartidista. Es decir, dentro de la lógica política, en principio se podría suponer que con un bloque legislativo de mayoría se podría impulsar una agenda de reforma institucional sin tanta obstaculización. Únicamente así se explicaría el aparente poco interés que la Unidad tiene por una candidatura presidencial, particularmente si se prevé una derrota en febrero. Frente a ese escenario no se descartaba una candidatura simbólica y desechable del discípulo Mauricio Rodas o a su vez, de una política de trayectoria (cuestionable) como lo es Cynthia Viteri.

Tras escabullirse de Isla Mocolí entre gallos y media noche, la Unidad se comprometió a dar grandes anuncios a fines de junio. El plazo ha vencido y los anuncios quedaron en promesas. Las negociaciones se han paralizado sin pena ni gloria y todo indica que las divergentes facciones de la disoluble Unidad no han sido capaces de lograr acuerdos programáticos, situación que confirmaría la hipótesis de que juntar orgánicamente a actores tan diversos siempre iba a ser difícil. Por naturaleza una coalición busca obtener como recompensa el formar parte del gobierno y la argamasa que sustenta su consolidación como una sola fuerza es la obtención de cargos gubernamentales, curules o más popularmente aquello que hace décadas los ciudadanos calificaron como la troncha. Si un grupo político o económico integra una coalición es con el objetivo de influir desde dentro del gobierno en las políticas públicas que se harán realidad mediante la acción gubernamental, de tal forma que sean las más cercanas posible a sus intereses. Los gobiernos de coalición, por su naturaleza, son transitorios y dependen de la coyuntura. Sin embargo Nebot tenía que saber también que el gobierno de coalición es, también por naturaleza, un gobierno débil que lleva indefectiblemente a compromisos insatisfactorios para todas las partes y, consecuentemente, a la inestabilidad política.

A diferencia de Nebot, Guillermo Lasso ha optado por crear una entidad clientelar, corporativista y personalista denominada Compromiso Ecuador cuyo único fin es promover la candidatura del banquero para la Presidencia de la República. Esta agrupación a duras penas funciona como comité electoral de forma paralela al partido del banquero Creando Oportunidades (Creo). En este caso, y al ser entes creados eminentemente alrededor de la persona, su estructura ha sido relativamente endeble y poco conducente a una disciplina partidista real o a una institucionalización adecuada. Lasso puede seguir intentando crear, junto a las corporaciones de prensa que impúdicamente lo aúpan, una red clientelar que posicione la falsa idea de despliegue territorial muy similar a la de una escenografía teatral-electoral sin ningún trasfondo de base real, que la esencia del mensaje que transmite, al igual que su propuesta, cae indudablemente en la retórica libertaria que pregona la primacía del mercado y la reducción del aparato burocrático.

Lasso podrá referirse incansablemente a abstracciones sobre la necesidad de la inversión extranjera y enunciados propagandísticos sobre el empleo, pero su propia esencia discursiva y el fehaciente fraude que subyace al manejo de su imagen queriéndose mostrar como alguien que no es, lo traiciona y muestra de cuerpo entero la idea central de su pensamiento: el retorno de la dominación oligárquica. Hasta la fecha no se vislumbra la difusión de una propuesta de gobierno concreta y consolidada. Además de la aniquilación del correísmo, Lasso no ha expuesto una sola propuesta que articule soluciones reales y pragmáticas frente al conflicto distributivo o al conflicto político que vive la nación en la coyuntura actual. En el caso de Creo/Compromiso Ecuador, la propuesta se limita a mantener una simbiosis entre la persona del líder Lasso y la identidad de la organización. El supuesto carisma del banquero se vuelve la particularidad fundacional de su organización y únicamente alrededor de esa condición irrenunciable podría conciliarse una eventual alianza con alguna otra agrupación política externa.

Pero más allá de los aislados intentos electorales de coalición que lideran Nebot y Lasso, lo que realmente está ocurriendo es, ni más ni menos, un choque de derechas. La de Nebot, una derecha conservadora tradicional. La de Lasso, una derecha liberal, innovadora y corporativista cuyo objetivo primordial es destronar a la primera, quitarle su poderío y establecer una nueva élite política. El problema, para ellos, radica en que por encima de las ambiciones y los egos de ambos líderes se impone la realidad de una amante cruel. Nebot acaba de desayunarse que su capacidad de convocatoria y de influencia está fuertemente disminuida; no tiene mucho que ofrecer en términos de capital político. Pero Lasso también está por darse cuenta de que su carisma es imaginario y que la antipatía hacia todo lo que él representa supera cualquier deseo por alternancia en el poder. Lo que el banquero aún no parece entender es que es distinta una coalición electoral que una coalición de gobierno.

Lejos estamos de aquellos tiempos en que Nebot comandaba aquel bloque del terror denominado “La Aplanadora” y en que sus súbditos se acercaban a él solo mediante audiencias, como si se tratara de un monarca. Hoy todos los seguidores más fervientes de Nebot entran en su sala “a ver qué les ofrece”. Lasso, a su vez, quedó marcado permanentemente por su participación en los gobiernos de Jamil Mahuad y del coronel Lucio Gutiérrez, que son y serán la más clara expresión del desastre neoliberal en el Ecuador. Que hoy se pretenda presentar a los intentos de coalición de Nebot y de Lasso como una pugna histórica entre derechas es risible, pero por sobre todo deja una duda real e ineludible: tuvieron una década para recomponerse y consolidarse, ¿y esto es lo mejor que pudieron ofrecer?

Por Mateo Izquierdo
 
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