LA CAMPAÑA Y EL DESTINO DEL TITANIC


El establecimiento de la dictadura militar de los años setenta del siglo anterior marcó un quiebre radical en la política ecuatoriana y en la forma cómo participaba el pueblo en las campañas partidistas. Ese período marcó el declive de unas figuras políticas y el surgimiento de otros actores, lo que generó una nueva concepción en los métodos utilizados para comunicar la acción política.

Si recordamos las últimas campañas previas al golpe militar veremos que los parques, plazas y balcones eran las tribunas en las que políticos como José María Velasco Ibarra, Camilo Ponce Enríquez, Carlos Guevara Moreno, Galo Plaza Laso, Otto Arosemena Gómez entre otros, exponían de forma directa y algunas veces talentosa los planes, programas y acciones políticas que se pretendían realizar dejando un pequeño margen para el ataque mordaz y ruin al adversario, puesto que al contar con pocos y precarios espacios comunicacionales se priorizaba el planteamiento de la acción pública. De todas formas eran los candidatos quienes ocupaban el protagonismo de sus campañas.

Con el retorno a la democracia a finales de la década de los 70, la historia fue cambiando porque los medios de comunicación mejoraron en tecnología y cobertura, se ampliaron de forma exponencial los receptores de la información y la radio y, sobre todo, la televisión llegó a los hogares del país para quedarse. Esto, sumado a nuevos rostros de la política nacional como León Febres Cordero, Rodrigo Borja, Sixto Durán Ballén, Abdón Calderón Muñoz, Francisco Huerta Montalvo, Oswaldo Hurtado y otros, marcó una nueva forma de acción política e, incluso, comenzaron a aparecer en la escena electoral los asesores de campaña, encuestadores, comercializadores de imagen, etc.  Se evidencia que los políticos empiezan a ceder paulatinamente su titularidad y protagonismo al frente de sus campañas y que el planteamiento de planes y programas se va equiparando con la difusión del insulto y el menoscabo del rival político. Igualmente los medios de comunicación van acentuando su orientación política y sus propios intereses, elemento que también comenzó a marcar el camino comunicacional de los candidatos.

En las dos últimas décadas la vida política partidista del Ecuador toma un giro total hacia la  dependencia de los medios masivos de comunicación. Las cadenas de televisión marcaron la cancha para la presentación, difusión y desenlace de los planteamientos electorales. No olvidemos que fueron los debates televisivos los que influyeron, y mucho, en la decisión del electorado sacando a la palestra a nuevos nombres como los de Jaime Nebot, Jamil Mahuad, Lucio Gutiérrez, Fabián Alarcón, Cynthia Viteri,  Rafael Correa, Guillermo Lasso, entre otros.

Hoy el aparecimiento y constante crecimiento de las redes sociales, que influyen en la visión del ciudadano común acerca de todos los aspectos de la vida diaria (incluida la política), direcciona  el pensamiento y el accionar de las personas. Un arma de doble filo sin duda, tomando en cuenta que desde esas redes se ha hecho costumbre el PROSTITUIR la información y escudar bajo el anonimato la mentira, el insulto y las mayores bajezas humanas. Imaginemos lo que han podido hacer con el pensamiento y las propuestas políticas.

En este sentido, la forma directa de conocer el real pensamiento y las verdaderas intenciones de un candidato ha naufragado tan profundamente como el Titanic y su recuperación será imposible. Si tomamos en cuenta que la propuesta de un candidato ahora pasa primero por el filtro de sus financistas, luego se somete al análisis de todo un equipo de publicistas y expertos en marketing político, continua en el escrutinio y selección de los posibles beneficiarios de tal o cual propuesta, para terminar en la perversa y falsa difusión de las redes sociales, vemos que los electores nos encontramos verdaderamente INDEFENSOS, obligados a apelar casi de forma exclusiva a nuestro buen juicio, a nuestra experiencia y nuestra propia carga de valores éticos.


Lamentablemente vemos en cada proceso eleccionario fenómenos casi inexplicables como el que gente pobre y abusada apoye a los representantes de grupos opresores, personas que anteponen los intereses individuales a los de las mayorías, candidatos descalificados moral y éticamente  asumiendo roles de salvación, etc., etc. Todo ello nos lleva a pensar que la masificación de la información política no necesariamente significa que haya una mejora en el conocimiento del candidato y sus propuestas. Por el contrario, parecería que las profundidades en las que reposa el navío inglés que naufragó en 1912 es el lecho en donde quedarán nuestras aspiraciones ciudadanas.

Por: Carlos García
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