La ignorancia no es solo una tragedia, sino un instrumento


El sábado 14 de octubre, miles de personas salieron a las calles de Quito, Guayaquil, Manta y otras ciudades a protestar en contra de la Ley Orgánica Integral contra la Violencia de Género. Ese por lo menos fue el pretexto de los organizadores, grupos con tinte conservador y religioso que desplegaron una considerable campaña mediática en redes sociales y medios tradicionales que al grito de “Con mis hijos no te metas”, nombre importado de otras manifestaciones similares en México y Perú, le dijeron al Ecuador somos muchos y estamos aquí.  

Hasta aquí y más allá de la falta de originalidad en el nombre de la marcha no hay ningún problema y cualquiera que se precie de un mínimo de espíritu democrático defenderá con razón que estaban en su derecho. De igual forma, coincidirán los demócratas que el problema está en el trasfondo de las prácticas y los intereses de estos sectores que llegan a incurrir con facilidad en instrumentalizar la ignorancia de decenas de miles de personas y estimular solapadamente el odio, la homofobia y la intolerancia.

Pensemos un poco por que hablar del peligro de la  ignorancia en esta marcha. Sencillamente porque hay un rechazo a una propuesta legal que claramente los asistentes no leyeron o, mucho peor, que ni si quiera les interesó leer. Creyeron en lo que les decían y fueron, así y nada más porque compartían prejuicios: condenaban la familia no tradicional, criminalizaban el derecho al aborto, la posibilidad del matrimonio entre personas del mismo sexo, entre otros temas que nada tenían que ver con la ley. 

La falta general de conocimiento sobre la normativa de los asistentes se puso en evidencia en el argumento principal de la convocatoria. Decían que rechazaban la inclusión de la “ideología de género” en la educación ecuatoriana, un término que sencillamente no aparece en ninguna parte de la propuesta de ley.

Más allá que la ideología de género es un fenómeno o categoría social que se estudia desde los setentas en las mejores universidades del mundo, el concepto no aparece en ninguno de los artículos de la ley. En ninguno. Quien lo dude vaya y léala. Ante ese hecho irrefutable resta decirles a los miles de manifestantes que los engañaron: salieron a protestar en contra de algo que no existía ni se menciona en la ley.

Tal vez en el fondo sabían el engaño de la marcha y su verdadera preocupación era mostrar su molestia con las diversidades sexuales, el derecho al aborto y las distintas orientaciones afectivas, algo que si admitieran les podría causar crisis de incoherencia con sus respectivos dogmas de presunto amor, por no mencionar dificultades legales pues se tipifica como delito de odio y discriminación. En lugar de una escuela que enseñe a cuestionar el prejuicio y la exclusión defendieron la intolerancia.

En fin, algunos refutarán que en la normativa se usa el concepto de “enfoque de género” o la “perspectiva de género” y ese habría sido el motivo de sus miedos y preocupaciones. Según esta lógica tan badulaque es lo mismo decir derecha –la mano- que derecha la ideología y derecha la postura vertical. Pues no, no es lo mismo. Tampoco la palabra “género” es el equivalente a un transformador automático de preferencias y orientaciones sexuales. Pues no, tampoco es así.

El género en líneas amplias es un concepto para comprender las diferencias sociales y culturalmente construidas que definen cierta identidad asumida por hombres y mujeres. El género implementado varios siglos después de la edad media, conocida como oscurantista, no es malo ni bueno por sí mismo. Por ejemplo, con el enfoque de género se construyen roles de valores desiguales o iguales entre hombres y mujeres. Tenemos para ilustrar esta práctica la visión del hombre trabajador como proveedor del hogar y la mujer como encargada labores domésticas, en contraposición a un hombre y mujer que ayudan en el trabajo y en el hogar por igual. Ambas construcciones son inculcadas en la educación con enfoque de género y claramente se nota cual aporta a una sociedad mejor y más justa.

Mediante los roles de género la sociedad estereotipa al hombre y a la mujer creando normas, acciones y condicionando el comportamiento de ambos. Del enfoque de género depende que un niño crezca creyendo que es normal maltratar a una mujer porque no le obedeció o que sepa todos tenemos los mismos derechos y obligaciones. Por este tipo particularidades es que justamente era de sentido común incluir el concepto de enfoque de género en la norma que buscaba educar para reducir la violencia de género. En otras palabras, el enfoque de género con una visión inclusiva es necesario para prevenir que 6 de cada 10 mujeres ecuatorianas sean agredidas de alguna forma por hombres que creen tener el derecho de hacerlo.   

Tan importante es la educación con enfoque de género que si se hubiese implementado en el pasado, seguramente muchas personas que salieron con carteles llenos de faltas de ortografía hubieran caído en cuenta que su protesta no era a favor de sus hijos, sino en contra de ellos porque defendían el continuismo del machismo y la violencia. Y al final la tragedia no es solo la ignorancia detrás de la marcha, sino las prioridades de la sociedad civil del Ecuador. Vivimos en un país que aparentemente le resulta indiferente la pobreza infantil, las violaciones de niños y la corrupción pero que se moviliza masivamente por los mismos dogmas que hace algunas décadas criticaban el voto de la mujer y encarcelaban a personas con distintas orientaciones sexuales.



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