A todo pavo le llega su navidad



Por Mateo Izquierdo



El delator de Odebrecht ha declarado. Mediante videoconferencia desde Brasil, José Conceição Santos Filho rindió su testimonio sobre su participación en actos de corrupción que se habrían efectuado en el Ecuador para la adjudicación de millonarios contratos en los sectores estratégicos. El delator aseguró que pagó más de 30 millones de dólares en sobornos por varias obras que realizó la constructora en el país. Al menos 16 millones habrían sido para el vicepresidente de la República, Jorge Glas: dos millones para que regrese Odebrecht al Ecuador y otros 14 millones por el 1% de todos los contratos que obtuvo la empresa a su retorno al país. En su intervención el brasileño mantuvo que pagó por la adjudicación de contratos como el poliducto Pascuales-Cuenca, Manduriacu, trasvase Daule-Vinces, refinería del Pacifico y el acueducto La Esperanza, entre otros.



A pocos días de que concluya la instrucción fiscal, el panorama no es bueno para el vicepresidente quien se defiende a capa y espada de las acusaciones. De acuerdo a Santos, el mismo Glas habría solicitado dinero para la campaña electoral. Justo en estos días ha llegado información de EEUU, Bahamas y Panamá que está siendo procesada. Además, de lo declarado por Santos, existen audios y videos de conversaciones con el excontralor Carlos Pólit, con Ricardo Rivera y con José Terán.



Me remito netamente al impacto político de los sucesos y dejaré lo jurídico para los abogados. Es decir, el análisis de las consecuencias de que un hombre de peso del gobierno de Rafael Correa esté implicado en una trama de corrupción sin, aparentemente, ningún otro recurso adicional para sostener que es inocente. La oposición ya lo había juzgado y condenado en el concierto público y en redes sociales. Sin embargo, mucho del entusiasmo opositor por obtener un trofeo opacaba, a su vez, una necesidad genuina de llegar al fondo del asunto de forma ordenada y regular.



En esta inquisición criolla, la oposición ha demostrado su absoluto repudio por la institucionalidad, el procedimiento y el Estado de Derecho pues lo que desea es un castigo cuasi medieval para actos de corrupción perpetrados por actores pertenecientes al oficialismo. Imparcialidad no existe en estos denunciólogos de juguete que juran tener la autoridad moral y ética para lanzar todo tipo de juicios de valor y dictar sentencia. A mi criterio, los mismos que aniquilaron a la moneda nacional, causaron la migración de 2 millones de ecuatorianos y quebraron al Estado, y luego impulsaron a uno de los suyos para que asuma la Presidencia, no son pues acusadores legítimos. ¡¿Con qué cara?!



Al margen de los alaridos condenatorios de una oposición revanchista e infantil, existe un Estado de Derecho, una institucionalidad y un proceso político que están siendo vulnerados. El mantener a un vicepresidente sin funciones indefinidamente es un atentado a la institucionalidad del Estado y es insostenible.



A la oposición le encantaría asociar todo lo realizado en la década de la administración correísta con la corrupción pues para ellos no hay tal avance. Pero la realidad es que en sus actitudes vemos el verdadero retroceso no solo a los años 90, sino a principios del siglo XX cuando grupos oligárquicos sentían cómo el poder se les extirpaba de las manos para ampliar derechos, acceso a servicios y todo lo que conoceríamos posteriormente como el Estado de Bienestar. No es una cuestión ideológica, sino una cuestión profundamente clasista que ha impedido que las instituciones perduren, precisamente porque su caotización ha sido funcional a intereses perversos y particulares. Estos son los que hoy entusiastamente se suman a la imputación.



En cuanto al proceso en marcha, es importante notar que las instituciones, hasta ahora, han superado a los arrebatos. La justicia funcionará a pesar de las voces disonantes y un delincuente será tratado como tal. La inculpación de Glas no debería afectar en lo más mínimo a los objetivos genuinos del proyecto político que buscaba mejorar la calidad de vida y acceso para la población más vulnerable de nuestro país. Que Glas vaya a la cárcel no debería afectar en lo más mínimo el objetivo de sacar al país de ser una miniatura plutocrática a ser un país competitivo y autosuficiente.



Es doloroso aceptar que entre los líderes del movimiento están unos que se alejaron de esos objetivos en beneficio personal. Ellos no sólo han violentado los principios que guiaron el accionar de miles de militantes y creyentes en la justicia social, la equidad y el desarrollo, sino que han traicionado a un país que les depositó su confianza para que trabajen en función de un proyecto que nos condujera a mejores épocas. Ellos, quienes se corrompieron y corrompieron el proceso, han comprobado ser igual que los de antes. Nos han demostrado que no se hizo lo suficiente por transformar al país, no se hizo lo suficiente por depurar al sistema político y, mucho menos, lo suficiente para erradicar un problema social tan enquistado en nuestra psiquis que ahora se vuelve casi imposible pensarla sin asociarla con la función pública: la corrupción. También estoy convencido de que toda la verdad aún no sale a la superficie pues habría otros involucrados que cuentan con fuero de corte. Sin embargo, debo sostener, y con mucha fuerza, que un opositor envenenado no será el que me los señale.



Al margen del desenvolvimiento del caso Odebrecht, está en juego la consolidación de la institucionalidad. No por errores de unos cuantos se podrá revertir lo avanzado. No por errores de unos cuantos se podrá entregar las llaves de Carondelet a los que esperan cual buitres carroñeros apoderarse de los estamentos que, sin controles eficientes, simplemente caerían en los mismos vicios.



Las definiciones políticas son claras. Alianza PAIS deberá desmarcarse de Jorge Glas y demás corruptos o hundirse con ellos. El movimiento deberá reinventarse y ser el primer proponente del cambio genuino puesto que no es opción retornar a las épocas de un sistema político feudal al estilo de la partidocracia. En aquellas épocas campeaba el caos, la inoperancia y sí, también la corrupción: corrupción de la que formaron parte muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras señalando con su asqueroso dedo acusador y pretendiendo ser angélicos jueces de facto.



La mayoría de la población votó por la continuidad del proyecto político y no se le permitirá a una oposición fraudulenta y revanchista arrebatarle ese deseo a la ciudadanía. Sin embargo, la inmovilidad, la parálisis ante los sucesos, empieza a pesar gravemente en la capacidad del gobierno y de la ciudadanía de actuar con firmeza hacia objetivos claros.

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