¿Nos reímos de Alvarito o él se ríe de nosotros?




Por Sergio Freire

Ataviado únicamente con unos cortos pantalones negros, los cabellos y el torso al viento, solo, de pie, aguarda mientras en el fondo un mar embravecido rebosa con su oleaje la línea de playa, como intentando llevarse a ese sujeto que lo desafía. Cualquiera que se detuviese a leer esta breve descripción podría deducir que se trata de una escena épica propia de algún cómic en el que el héroe está a punto de “salvar al mundo”. Pero no. Lo relatado para nada es ficción, no ocurrió en ninguna página de una revista, sino en Miami, y el héroe no era tal sino más bien un empresario exportador de banano. Sí, amigos, la descripción se refiere al número que montó Álvaro Noboa para llamar la atención en redes, aunque, para bien o para mal, en lugar de inspirar heroísmo lo que hizo fue desatar la sorna de miles que no dejaron escapar el miamesco ridículo marino que protagonizó el varias veces candidato presidencial ecuatoriano.

Si lo que Álvaro Noboa quería era transformarse en un semidios tropical y redimir así la caricaturesca imagen que él mismo se ha encargado de endilgar a su figura, es evidente que fracasó. Pero si la intención fue completamente contraria, es decir, quiso sacar provecho justamente de la burla que cualquier intervención suya genera, el resultado de su video no fue para nada desafortunado.

No sabemos si detrás hubo un minucioso análisis de neuro marketing para sacudir las redes o si fue simplemente un “chiripazo”. Lo cierto es que Álvaro Noboa se anotó un hit, logrando captar durante varios días la atención de miles de personas en las plataformas de Facebook y Twitter. Quienes piensan que eso no vale porque todos quienes vieron al empresario bananero “desafiar” la furia del huracán Irma en su propio medio (el mar), se burlaron de su gesto ridículo permítanme decirles que no están muy acertados: Noboa, queriéndolo o sin querer, logró que hablemos de él, que nos concentremos en él, que le dedicásemos horas de nuestro tiempo para replicarlo en una infinidad de memes que siempre lo tuvieron a él como protagonista, para bien o para mal.

Para un asesor de imagen convencional, el levantar la figura de Noboa debe ser, sin duda, un quebradero de cabeza pero, al parecer, el empresario bananero consiguió a alguien poco ortodoxo para venderlo a las audiencias de redes sociales o quizá, sin saberlo, él mismo y sin ayuda de experto alguno logró anotarse un golazo virtual. El hecho es que el ver a Alvarito disfrazado de Acuaman criollo en el momento justo (todo el mundo tenía la atención puesta sobre el poderoso huracán Irma) y en el lugar preciso (las playas de Miami en donde Irma iba a desatar su furia descontrolada) logró que su presencia produjera un impacto que ya lo hubiesen querido otros actores políticos como Guillermo Lasso, quien mantiene una intensa actividad en redes sociales sin que su mensaje cale con fuerza y recordación en el público o, peor aún, sin que su séquito de asambleístas de CREO (quienes también disparan con frecuencia en sus respectivas cuentas publicaciones en Twitter y Facebook) logren hasta el momento “hacerse conocer” y que el público sepa quiénes son.

Esto nos lleva a una primera conclusión: el nivel de exposición ante la opinión pública de la oposición es realmente microscópico y la irrupción de Noboa lo demuestra. La visibilidad del empresario apelando a la risa burlona de la audiencia y su arrollador impacto por encima de los mensajes serios y acartonados de algunas otras “figuras” del mismo sector opositor, desnuda que esos mensajes “serios” y “con contenido” simplemente no están llegando a ninguna parte y no provocan ninguna reacción. Algo preocupante, más aún cuando se trata de protagonistas políticos que aseguran ser los “voceros” de lo que quiere “el pueblo”.

Pero además, la distracción causada en redes a propósito del “fenómeno Alvarito”, más que llevarnos a hablar de él debería invocarnos a pensar en nosotros. Mal o bien, Noboa es un personaje político importante de la historia reciente ecuatoriana: fue presidente de la Junta Monetaria y ha sido cinco veces candidato a la Presidencia de la República, llegando en tres ocasiones a la segunda vuelta con un arrastre electoral que le permitió “rasguñar” la primera magistratura del país e, incluso, acusar a sus oponentes de haberle hecho fraude. De modo que un político cualquiera no es.

En este caso, y si bien el ejercicio de la risa puede ser aparentemente inofensivo, es importante preguntarnos de quién nos reímos: ¿del empresario bananero que cada vez hace un ridículo mayor, o del desgraciado pasado en el que un individuo como aquel estuvo a punto, en tres ocasiones, de ser nuestro presidente?

Piénselo, y si en alguna de las cinco elecciones en las que Noboa intentó llegar a Carondelet fue uno de los votantes que lo apoyó, piénselo mejor antes de reírse. Puede ser que, contrariamente a lo que cree, Noboa se haya reído de usted.
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