El mundo, ¿entre la Guerra Fría o la Cuarta Guerra Mundial?


Posterior a los ataques del 9-11, los Estados Unidos iniciaron una “guerra contra el terrorismo” también conocida como “guerra asimétrica” (Thorton, 2007; Piris, 2007). Aunque se mantenga en el título la palabra “guerra” es engañosa (Bonanate, 2004: 87-93; Zinn, 2006).

Es en este contexto en el que aparece un tipo particular de violencia que también se llama “terrorismo internacional”, “transnacional” o “global”, abarcando fenómenos muy diversos que no solo se reducen a Al Qaeda. Los motivos aducidos por estos grupos parecen algo confusos o quizá han sido tergiversados como muestra el análisis de una docena larga de libros sobre la ocupación de Iraq: “A pesar de la gran cantidad de libros basados en investigación cuidadosa y llenos de enfoques sugestivos sobre el asunto, la razón por la que los Estados Unidos respondieron al ataque de Al Qaeda invadiendo Iraq sigue siendo, hasta cierto punto, un enigma” (Holmes, 2007: 3). 

Los significados que se puedan atribuir a este tipo de violencia son también variados (Ridenbeck, 2006). Por un lado, la versión oficial es la de un “combate/guerra contra el terrorismo/terror” que enfrenta a los benevolentes Estados Unidos contra fuerzas yihadistas que representan, en esta particular interpretación teológica de las relaciones internacionales (Galtung, 1999), al Mal absoluto. Por otro lado, un choque entre fundamentalismos o, para ser más precisos, entre dos barbaries (Achcar, 2007) o, también, la de una guerra civil dentro del Islam (Nye, 2004) con ramificaciones legitimadoras hacia el exterior. El recuento de muertes e incidentes importantes avala esta última hipótesis. Lo sucedido en los Estados Unidos (11-S), España (11-M), Inglaterra (7-Jl) y recientemente los ataques en París, Beirut, Malí, etc.; no es comparable a la larga lista de ataques en contexto árabe o musulmán: Somalia, Kenia, Tanzania, Yemen, Arabia Saudita, Marruecos, Túnez, Indonesia, Pakistán, Egipto, Turquía, Jordania y Argelia. 

La idea por consiguiente, no es justificar la violencia sino entender su origen para buscar una posible solución. Las distintas definiciones se suelen aplicar con criterios ad hoc en función de los intereses que en ese momento se quieran satisfacer y, así, en las listas que publican los Departamentos de Estado. El sistema de Naciones Unidas tampoco ha logrado una definición consensuada precisamente por las dificultades de articular los intereses de cada Estado y sus políticas de seguridad que justifiquen acciones futuras o presentes. Es así que hoy se debate si estamos a las puertas de una tercera guerra mundial o incluso una guerra de cuarta generación, donde solo podrían vencer mediante la “de-escalada” (uso progresivo de la fuerza), reduciendo el nivel de enfrentamiento por un lado y afrontar las causas y motivaciones por otro.

Las limitaciones de esa perspectiva es que esta guerra no puede ganarse, pero tampoco el terrorismo islamista dispone de medios para imponer sus fines de modo definitivo”. Por tanto, “el forcejeo de los países occidentales contra el terrorismo de raíz islámica se prevé duradero” Norman Podhoretz (2007). Se trataría de una guerra que sucede a la Tercera (la Guerra Fría) en la que se aplicó la Doctrina Truman con la misma validez moral y pragmática que la doctrina Bush; entre una guerra por intereses político-económico u otra por la consecuencia de los mismos, incluyendo el ataque antes incluso de que se materialice la amenaza.

Este terrorismo global definido por uso de extrema y aleatoria violencia, tecnologías de la información y sobre todo apalancados en un sistema temprano de educación para la guerra, evidencian no sólo la intención de incrementar el terror, por lo que no muestran un fin cercano al conflicto. El uso del miedo como factor desestabilizador en las sociedades y su materialización a través de los actos terroristas, es lo que buscó Al Qaeda el 11 de septiembre y es lo que persiguen actualmente sus franquicias. 

Este breve repaso de la violencia en la humanidad, permite inferir que hay variadas explicaciones sobre la violencia, pero que así como hay causas y consecuencias de las mismas, también habría formas para romper los ciclos de la violencia y construir, desde los contextos micro, posibilidades de dar respuesta a los conflictos de manera no violenta. 

A nivel macro la situación es más compleja (Benjamín, 2004); sin embargo, desde la academia, en su labor de analizar las sociedades y su problemática, queda el reto de avanzar, de manera intensa, en los estudios y recomendaciones sobre la cultura de la mediación en los conflictos y la construcción de un día a día humanizado, reconociendo la diversidad y dignidad que le asiste a los seres humanos, cambiando los intereses del Gobierno de turno por los de su sociedad que muere en escala ascendente. 

Carlos Andrade
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