La acefalía de la sociedad civil y las redes transnacionales en Ecuador



En una entrevista en julio del 2014 con el diario Folha de Sao Paulo, el presidente Rafael Correa al referirse a los obstáculos para la integración latinoamericana, mencionó la existencia de una “restauración conservadora” en marcha en la región. En esencia describía una rearticulación de redes transnacionales que buscaban “poner fin al ciclo de gobiernos progresistas” mediante el establecimiento de una agenda de derecha, es decir, de las élites que se oponían a los procesos integracionistas del Sur. El presidente, en aquella ocasión como en otras posteriores, destacó este hecho al igual que la supuesta receta que debían seguir los actores políticos para fraguar su “golpe blando”. Un golpe que tendría distintas fases de implementación. Sin embargo, el objetivo final sería la ruptura del orden constituido y una instauración de facto de un gobierno de transición. Para concretar esos objetivos, serían instrumentales actores de diversa índole: periodistas, empresarios y académicos, pero también actores de la sociedad civil que pudieran diseminar los argumentos a favor de dicho proceso.

El analista venezolano Daniel Mato, en su texto “Redes transnacionales de actores globales y locales en la producción de representaciones de ideas de sociedad civil” escribe sobre la dinámica de articulación que existe entre entidades externas, sean estos organismos intergubernamentales o no-gubernamentales, con organizaciones locales de la sociedad civil en los países en vías de desarrollo. Lo que pareciera una mera relación de cooperación internacional viene acompañado de un bagaje ideológico y conceptual que se intenta impartir en la sociedad.

El análisis de Mato resulta interesante ya que demuestra cómo existe una multiplicidad de relaciones que rebasan las fronteras nacionales en pos de la producción y reproducción de ideas o sistemas de ideas, particularmente refiriéndose a las ideas (neo) liberales y sus supuestas bondades. En lo que Joseph Nye describió como “SoftPower” o poder blando, la intención es penetrar todo ámbito cultural y social con mensajes, discursos y/o productos que puedan influir en la percepción sobre conceptos como el de la democracia. El Primer Ministro de Singapur Lee Kuan Yew al discutir sobre el poder blando dijo que “el poder blando se logra cuando otras naciones admiran y quieren emular aspectos de otra civilización-nación”. Esto tiene una misión social, cultural e inclusive comercial, pero particularmente responde a objetivos geopolíticos que para confluir requieren actores locales que sirvan de reproductores de los mensajes. El poder blando al que se refieren Mato y Nye, es más que la mera persuasión o la habilidad de movilizar gente a través de argumentos. Si bien es cierto esto es de gran importancia, lo es más aún la habilidad de atracción y esta  usualmente lleva a la aquiescencia.

El caso ecuatoriano no es la excepción dentro de estas dinámicas, sin embargo con la irrupción de la Revolución Ciudadana, la sociedad civil se vio mermada en una dicotomía existencial: subirse o no a la camioneta revolucionaria. En un inicio, las organizaciones “afines” a la agenda política e ideológica fueron cooptadas por el proyecto revolucionario y esparcidas por todo el aparataje público. Esto primero se observó durante la Asamblea Constituyente de Montecristi, en el desarrollo de la Constitución de 2008, pero también en la pronta ubicación de ex -ONGesistas y dirigentes en cargos de toma de decisión y diseño de política pública.  Finalmente los actores que durante años habían jugado el papel de instancias externas al Estado (por eso se llaman Organismos No-Gubernamentales) tenían el poder y los recursos para implementar, desde adentro, programas y proyectos con una lógica de política pública.

Las organizaciones que quedaron por fuera apostaron por que los benefactores de la cooperación internacional seguirían financiando sus aventuras, de tal forma que estas entidades destinadas al trabajo en las áreas de desarrollo, derechos humanos, desarrollo sustentable, género, derechos sexuales y reproductivos y demás, quedaron desamparadas frente a una progresiva retirada de la cooperación en el país. Su trabajo quedó opacado por la gestión gubernamental que por primera vez destinaba grandes recursos a la inversión social. Las organizaciones cuyo trabajo estaba relacionado a temas de ciudadanía, gobernabilidad, fortalecimiento de la democracia y/o participación social siguieron recibiendo recursos para esos fines y los siguen recibiendo hasta ahora.

Organizaciones como FUNDAMEDIOS, Fundación Esquel, Grupo Faro, Fundación Ciudadanía y Desarrollo, Participación Ciudadana, Fundación Mil Hojas, el Instituto Ecuatoriano de Economía Política (IEEP), el Centro Ecuatoriano de Derecho Ambiental (CEDA), el Centro Sobre Derechos y Sociedad y muchos otros, reciben todavía recursos por parte de actores y organismos transnacionales en algunos casos o de cooperación bilateral directa en otros por parte de la National Endowment For Democracy (NED), The Heritage Foundation, The Cato Institute, The Atlas Foundation, National Democratic Institute (NDI), La Fundación Internacional para la Libertad (FIL) o la misma USAID quien a pesar de haber cerrado sus oficinas en Ecuador, sigue financiando programas regionales desde Perú.

A su vez, muchos actores políticos que han aparecido en la actual coyuntura de efervescencia social, han sido beneficiarios directos o indirectos de programas de “fortalecimiento organizativo y generación de liderazgo democrático” como es el caso de Lourdes Tibán, Andrés Páez o Martha Roldós, por ejemplo. Así mismo, actores como César Montufar o María Paula Romo han sido auspiciados por ONG extranjeras o la misma Embajada Norteamericana en el Ecuador mediante programas de fortalecimiento de la democracia y gobernabilidad de la Agencia de Cooperación al Desarrollo de los Estados Unidos (USAID por sus siglas en inglés).

En esta dinámica de consolidación de redes transnacionales han sido fundamentales activistas y periodistas internacionales como es el caso del Interamerican Institute For Democracy y su vocera, Karen Hollihan quien se ha convertido en una cuasi activista política de derecha y opositora de gobiernos progresistas latinoamericanos. Similar es el caso de Fernando del Rincón, periodista de CNN en Español, quien siempre está presto a darle plataforma a actores opositores al gobierno. Individuos como éstos no hacen más que  coadyuvar para sobredimensionar la percepción de crisis a nivel internacional a través de medios y/o redes sociales. 

Lejos de generar suspicacia, estas relaciones de co-dependencia entre nuestros políticos y las organizaciones transnacionales generan incertidumbre. La articulación, asesoría y hasta financiamiento se han vuelto cada vez más evidentes conforme han incrementado las manifestaciones opositoras en el Ecuador.

No es extraño que estas redes existan, sin embargo si asombra el alcance transnacional de estas relaciones, pues a partir de su cercanía actores políticos ecuatorianos y organizaciones de la sociedad civil implementan una receta desestabilizadora al pie de la letra, casi de forma predecible. Estas redes transnacionales son el mecanismo que hoy la oposición ecuatoriana utiliza para imponer una agenda que no es ni representativa de las mayorías, ni democrática en su origen u objetivos. 


Por Mateo Izquierdo
@mateoizquierd0
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