El
pasado domingo se llevaron a cabo elecciones en Colombia y Argentina. Voy a
centrarme en las de Argentina quienes fueron a las urnas para elegir al sucesor
de Cristina Fernández de Kirchner, poniendo fin a 4 periodos consecutivos del
experimento Kirchnerista y pronosticando
un escenario al cual eventualmente deberán enfrentarse los presidentes del ala
revolucionaria de la región. Son candidatos/líderes que han gozado de niveles
nunca antes vistos de popularidad – Cristina en el 2011 obtuvo el cuarto
resultado más amplio y una diferencia de 37.3% con respecto a la segunda lista,
la mayor en la historia del país – y que ahora se enfrentan al reto de
conseguir una figura que continúe llevando la antorcha. Tanto Néstor como
Cristina, vienen de una veta combativa del peronismo y ambos se formaron en las
calles y ejercieron varios cargos
públicos antes de acceder a la más alta magistratura del país.
En
cuanto a vivencia política, Argentina es una sociedad participativa, combativa
y “revolucionaria” con un gran trabajo de bases y formación de nuevos cuadros
(lo que no pasa en el Ecuador y que discutiremos más adelante), y es por eso
que a varios kirchernistas sorprendió la elección de Daniel Scioli para llevar
la bandera oficialista en las recientes elecciones quien representa una línea
mucho más moderada en asuntos donde Cristina ha sido muy firme (relación con
EUA, el FMI, BM, etc.) dejando una puerta abierta a reanudar los diálogos.
Mauricio
Macri por su lado representa a la derecha porteña – la cual en su mayoría aborrece
la era Kirchner– sumado a resultados pobres en economía - elementos que le permitieron acuñar su ya
famoso “Cambiemos” y que utilizo como título para este artículo aglutinando la
histórica Unión Cívica Radical, los liberales de la Coalición Cívica y a su
propio grupo, con el fin de hacer frente común al kirchnerismo. Resulta importante entender, que ésta no es
una iniciativa nueva ni coyuntural para estas elecciones, viene cocinándose
desde el 2011 y en gran parte fueron los responsables de poner a Macri al
frente de Buenos Aires.
Macri
es un multimillonario que sabe que en un país que tiene fresca la imagen de la
crisis debe “popularizar” su imagen, por eso sus campañas han sido en los
lugares más pobres de la provincia de Buenos Aires, de donde obtuvo 13 puntos
de su actual victoria. También sabe que hay un grupo de gente que apoya las
políticas de Kirchner en cuanto a la titularización de las empresas públicas y
a programas públicos exitosos y ha dicho que mantendría estos programas de
llegar a ser presidente.
Hasta
el pasado viernes las encuestas daban una clara mayoría a Scioli y tan solo
unas pocas tímidas sugerían la posibilidad de una segunda vuelta (algo que
hasta ahora no había sucedido nunca en la Argentina).
Macri
por su lado contará ahora con aliados poderosos como su número dos en la
alcaldía de Buenos Aires, que ganó la gobernación de la provincia; además de
senadores y políticos de oposición que ven en él la posibilidad de cambio que
han venido buscando en los últimos años.
Para el oficialismo por su lado, la Macri se asocia al neoliberalismo y
por ende a las gravísimas consecuencias que los programas de ajuste económico tuvieron
en el país. Scioli en cambio ha visto que la retórica del cambio (tanto para
los en contra de Kirchner, como para algunos pocos a favor), ha calado bien y el
domingo en su primera conferencia de prensa luego de que se anunciaran los
resultados (5 horas más tarde del cierre de las urnas), ha dicho que lo
relevante ahora es discutir el tipo de cambio y ha llamado a un debate con su
contendiente.
Para
el Ecuador las implicaciones de estos resultados van más allá del cambio de
mandatarios. Nuestra infantil (no es un insulto, realmente están en pañales)
clase opositora pretenderá extrapolar la victoria de Macri a las elecciones del
2017 en el Ecuador. El domingo algunos aventurados lanzaron sus primeros trinos
a la luz de los resultados en Colombia
(donde previsiblemente ganó el ala conservadora en las elecciones regionales),
y de Guatemala (donde gana un comediante de derecha), vaticinado el “principio
del fin” de la aventura de la izquierda en América Latina.
Lo
interesante, a mi juicio, no es la lectura torpe e infantil que la oposición
pueda hacer de estos resultados, si no la lectura estratégica que aquellos en
el poder deberán hacer: reconocer que sus fortalezas (en cuanto a aprobación
personal), no pueden convertirse en la herencia en especial para una figura que
no comparte su lógica desde un principio (el outsider) y que deberán enfrentar
una campaña adecuadamente financiada y que pueda mover las piezas del tablero. Además
se deberá reconocer que una imagen construida en 6 u 8 años de gobierno tiende
a generar detractores y estos deberían ser cortejados de vuelta.
Argentina
volverá a las urnas en noviembre, será interesante ver cuál de los dos
candidatos logra corregir sus errores y hacerse con la presidencia de la
nación.
Carolina
López
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