Ecuador da sus primeros pasos en Cooperación Sur - Sur


La cooperación Sur - Sur se constituye en un escenario alternativo a la forma tradicional Norte Sur sobre estrategias de desarrollo y dinámicas de inclusión. Esto quiere decir pasar de un modelo que medía los montos establecidos de ayuda y limitaciones cuantitativas, a un modelo cualitativo fundamentado en la no apropiación de la ayuda.

La globalización ha introducido cambios en el sistema internacional poniendo en entredicho su capacidad de adaptarse, regenerarse y construirse en función de nuevas realidades, las cuales están en continua invención. La Cooperación Sur -Sur se inserta como una denuncia de las asimetrías del poder político y económico internacional, direccionada a generar mayores niveles de cohesión entre los países en desarrollo; contribuyendo a la conformación de bloques regionales y transregionales, que permitan superar la unipolaridad del sistema económico y político internacional; asumiendo a la vez las riendas de su desarrollo; y demandando la participación en la gobernanza de la cooperación internacional (Viola, 2011).

Luego de la crisis de 2008, se genera un desafío inimaginable en las agencias de cooperación internacional. Las fundaciones filantrópicas norteamericanas por citar un caso, cuyo capital se encuentra invertido en acciones y por lo tanto altamente susceptible a los vaivenes de las entidades financieras, perdieron centenares de millones de dólares de forma brusca e inesperada. (Altmann, 2011).

Esta situación estableció un nuevo marco referencial no sólo al interior de esas organizaciones sino para los programas y planes, tanto los que ya estaban en ejecución como los que se preveía desarrollar. Es así que, varios gobiernos nacionales de países donantes enfrentaron presiones domésticas para disminuir sus gastos en el exterior. Sin embargo en algunos casos, los gobiernos resolvieron resistir esas presiones y mantuvieron sin alterar el porcentaje del PIB nacional asignado a la cooperación al desarrollo (Altmann, 2011).

Frente a ese contexto se han abierto expectativas sobre una mayor participación de los países del sur en los esquemas de provisión de ayuda para el desarrollo, que brinda espacios de mayor flexibilidad y capacidad para adecuar la asistencia en lugares donde se requiere una menor asimetría entre la sociedad y las políticas públicas, muchas veces condicionadas por componentes ideológicos en temas sensibles, como los referidos a la soberanía y la no intervención.

El Ecuador enfrenta tres grandes desafíos al interior de la cooperación para el desarrollo. El primero está relacionado con la eficiencia y legitimidad de la ayuda, rompiendo el esquema tradicional de la cooperación Norte-Sur; el segundo tiene que ver con el cambio en el mapa político de América Latina, gobiernos llamados progresistas contrarios al uso como política exterior desde el Norte; y el último desafío toma en cuenta el tema coyuntural marcado por el precio del barril del petróleo y la desaceleración de la economía China, donde se hace cada vez más difícil justificar los recursos en el exterior por los países donantes, cuando en lo interno las condiciones son cada vez más difíciles para su población, sus economías y hasta su situación política.

La política de cooperación internacional del Ecuador refleja la necesidad de un pragmatismo eficiente. Ha dejado de lado los conceptos tradicionales de donante, receptor y ayuda, a favor de un discurso fundamentado en la complementariedad y mutua responsabilidad entre los actores del Norte y del Sur frente a los retos del desarrollo (Rosero, 2011). El eje central de esta cooperación radica en la transformación de la arquitectura de la cooperación regional; es decir, la reafirmación de la soberanía en las relaciones internacionales en su sentido de complementariedad, poniendo en relieve el rol del Estado como principal contraparte en la negociación y monitoreo de la ayuda oficial al desarrollo (AOD).

Para ello, el Estado ecuatoriano entiende a la cooperación como un complemento y no un sustituto a los esfuerzos del Estado (AGECI, 2010); por lo tanto, se vincula el interés de los cooperantes con los objetivos del Plan Nacional de Desarrollo.

Esta postura, coincide con la Declaración de París. Los esfuerzos de cooperación ecuatoriana buscan mostrar que los países en desarrollo pueden hacerse cargo de sus procesos de desarrollo y gestionarlos.  AGECI (2010) informa, que en el 2009 el Ecuador recibió 288 mil millones de dólares en AOD, equivalente a 0,56% de su PIB y 2% del presupuesto general del gobierno. Es claro que dichos montos no pueden tener mayor impacto para enderezar la pobreza o la desigualdad, sin embargo, las aportaciones se orientan al fortalecimiento de capacidades institucionales y de talento humano, la transferencia de tecnologías y de conocimientos.

Ahora bien, ¿cómo trasladar desde lo discursivo a lo pragmático esa cooperación? Es claro que la promoción de la cooperación Sur - Sur (CSS) se plantea como eje transformador de las relaciones internacionales para el Ecuador. Por un lado, la intensificación de los intercambios Sur - Sur están transformando la arquitectura regional de la cooperación hacia una dinámica más horizontal y solidaria (Rosero, 2011), lo que quiere decir que los aportes están siendo dirigidos hacia los espacios donde históricamente han hecho falta.

Un primer resultado claro de esto es el Catálogo de Asistencia Técnica Ecuatoriana de la Secretaría Técnica de la Cooperación Internacional, donde se promueve el protagonismo emergente de los países de renta media como proveedores de cooperación, capaces de contribuir al desarrollo a través de medios e instrumentos propios. A pesar de ello, lo pragmático parece no estar a simple vista, pues si bien es cierto se aprovechan las experiencias aprendidas mediante la cooperación Norte - Sur, la apropiación desde la sociedad civil y el Estado para generar capacidades propias no parecen una prioridad en tiempos de bonanza económica sino un escenario posible en época de desaceleración económica. El reto entonces, está en saber desarrollar capacidades propias que beneficien al desarrollo nacional sea con aceleración económica o no. ¿Será el 2016 el año en que la CSS pase de lo discursivo a lo pragmático?


Carlos Andrade
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