¿Necesitamos una política que nos obligue a cambiar nuestro estilo de vida?

Por:  L.F.


El presidente Rafael Correa anunció el pasado 30 de agosto que implementará un impuesto a los consumos nocivos, especialmente a la comida chatarra. Correa afirmó que los ingresos serán destinados al sistema de salud que atiende estas enfermedades provocadas por la  mala alimentación.

Sin embargo, esta noticia incomodó a cierta parte de la población que crítica las políticas del actual Régimen, y manifiesta que es un acto desesperado por parte del Gobierno para “sacar dinero” y cubrir el déficit del Estado. No se puede obviar los problemas económicos del país, pero tampoco olvidar los datos alarmantes de salud y nutrición en Ecuador. 

Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut 2011- 2013), el Ecuador presenta una realidad perturbadora sobre la manera en que nos alimentamos. El informe indica que 5'558 185 de ecuatorianos entre 19 y 59 años sufren de sobrepeso u obesidad; un 29,9% entre niños de 5 a 11 años tienen sobrepeso; y el 26% de adolescentes entre 12 y 19 años padecen la misma condición.

Esto genera la siguiente duda: ¿La medida que toma el Gobierno puede ser la solución para mejorar el hábito alimenticio en el país?

El problema alimenticio, en nuestro país y a nivel mundial, no depende del precio de los productos, va más allá, implica atacar a todo un sistema de consumismo en la cultura, de no ser así, sería difícil la batalla mundial contra la mala alimentación, el sobrepeso y la obesidad. 

Por tanto, un impuesto no arreglará el problema de raíz. Sin embargo, es el inicio de un largo proceso por erradicar un mal hábito. 

El presidente Correa manifestó que este impuesto tratará de crear un efecto de sustitución, consumir lo nacional,  por ello el arancel está destinado a las grandes cadenas internacionales. Pero, si  la idea del Gobierno es crear un impuesto que desmotive el consumo de productos nocivos, ¿por qué los pequeños negocios que ofrecen comida chatarra no serán regularizados?, ¿acaso sus productos no son perjudiciales para la salud de los ciudadanos?

Al transitar cerca de instituciones educativas observamos varios negocios que brindan este tipo de comida, e incluso en algunos casos, bajo ningún control de salud. No hay garantía que sus insumos para producir sean frescos, especialmente el aceite que es el componente principal para la preparación de la comida chatarra.  

Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) en el país funcionan 8.082 negocios de comida rápida, que ofertan hamburguesas, hot dogs, salchipapas, tacos, burritos, pizzas, tortas. La justificación de personas que consumen comida chatarra es por el precio, accesibilidad y rapidez  con la que se despacha el producto.  

Pese a que el Ministerio de Salud ha implementado mecanismos de control como el etiquetado de los productos, el control en bares escolares y promoción de prácticas alimentarias para prevenir enfermedades, cambiar una cultura nutritiva es tarea de todos, y el hábito alimenticio debe partir de casa.

Los malos hábitos alimenticios generan más gastos al sistema público de salud gratuita. El problema de salud y nutrición en Ecuador debería ser un tema de política central donde se busque detener el incremento de enfermedades a causa de la mala alimentación.

En el 2008, se implementó el impuesto a los licores y cigarrillos bajo el argumento de reducir su consumo y cuidar la salud de los ecuatorianos, sin embargo el consumo de esos productos no ha reducido, incluso creció la demanda porque se incentivó el contrabando y se ofertan productos baratos en el mercado.

La implementación de políticas públicas que regulan el consumo de comida chatarra se ha dado en algunos países de América Latina. Perú, Uruguay y Costa Rica prohibieron este tipo de comida en escuelas públicas. Otros países como Bolivia, Chile y Brasil, han discutido un posible impuesto. El arancel, según el Presidente, tiene fines de cambio de comportamiento social para que la gente consuma lo socialmente deseable.

Sabemos que la mala alimentación es un problema real que afecta a millones de ecuatorianos, y planteamos las siguientes preguntas: ¿Los mecanismos utilizados por el Estado son los adecuados para cambiar una cultura alimenticia?; ¿Debemos esperar a que una política sea la que nos obligue a cambiar nuestros estilos de vida?; ¿El comportamiento de cada individuo es influenciado por mecanismos de consumismo?







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