Cuenta la historia que hace 31
años varias zonas boscosas y desoladas de Colinas de los Ceibos y del tramo comprendido
entre el kilómetro 8 al 24 de la vía a Daule en Guayaquil, se convirtieron en
un escenario macabro. En ese entonces y en esos sitios, cada semana, aparecían
osamentas y cadáveres en descomposición de mujeres que habían sido violadas.
Ante esa profusión de muerte, la sociedad no podía hacer otra cosa que mirar conmocionada
e impotente cómo la situación se le escapaba de las manos a un Estado enredado
en conjeturas y en su propia incapacidad.
Varias hipótesis se lanzaban
sobre el caso y las notas de prensa de aquel 1985 referían que dada la gran
cantidad de cadáveres de mujeres violadas, muchas de entre 18 y 22 años, todo
parecía indicar que era una banda criminal organizada la que estaba detrás de
los sádicos asesinatos.
Pero nadie hizo nada. La
Policía estaba muy ocupada en “acabar con la amenaza del terrorismo” mientras
paulatina y dolorosamente se incrementaba el número de mujeres violadas y
asesinadas, cuyos cadáveres ya no aparecían solamente en Guayaquil sino también
en Quito, Ambato, Machala, Nobol, Quevedo y Ventanas. Aquella aberración sin
control duró 14 meses y le costó la vida a 71 mujeres, algunas de ellas niñas,
sin que el Estado, que había armado a la Policía y a sus escuadrones volantes hasta
los dientes, fuera capaz de investigar lo que estaba pasando. Y esos 14 meses
hubieran sido mucho más, de no mediar la casualidad de que el 26 de febrero de
1986 un grupo de policías que patrullaban en Quito abordaron a un hombre de
aspecto harapiento que llevaba consigo una maleta y que dijo llamarse Manuel
Solís Bulgarín.
Los policías hurgaron el
contenido de la maleta y encontraron que en ella había decenas de prendas
íntimas femeninas manchadas con sangre. Recién ahí comenzaron a atarse cabos y
a establecer conexiones entre el sujeto y los asesinatos en serie que habían conmovido
al país. Fue entonces que se descubrió que su verdadero nombre era Daniel
Camargo Barbosa, que él solo había cometido los crímenes y que nunca usó la
fuerza para convencer a sus víctimas a
acompañarlo sino que apelaba a un sentimiento de lástima para
persuadirlas de hacerlo y entonces violarlas y asesinarlas.
La justica condenó a aquel
miserable a 16 años de prisión (solo 16 años por la autoría de 71 asesinatos)
y, para colmo, se le redujo aquella pena a 14 años, conmutándole los dos
restantes por buena conducta. La historia también dice que Camargo nunca logró
salir en libertad pues faltando menos de seis meses para cumplir su pena fue
asesinado por otro recluso en la celda 14 del pabellón B del penal García
Moreno, el 13 de noviembre de 1994.
Así se manejaban las cosas en
el pasado y así se mantenía en la indefensión a la sociedad entera, tanto desde
lo policial como desde lo judicial. Pero, y más allá de eso, ¿a qué viene el
relato de toda esta historia? Pues simplemente a recordar que las hipótesis son
simplemente una parte de todo un proceso de investigación y que, dentro de ese
proceso, es muy posible que las conjeturas iniciales se queden solamente en
eso, en conjeturas.
Mucho se ha especulado acerca
del nefasto y deplorable caso de las jóvenes argentinas María José Coni y
Marina Menegazzo asesinadas en la localidad costera de Montañita. Se ha
cuestionado la rápida reacción policial, la ágil recolección de pistas y
pruebas, y la contraposición entre los primeros indicios obtenidos por las autoridades
ecuatorianas frente a las hipótesis expresadas por los familiares de las
jóvenes victimadas.
En medio de todo este
escenario, varios políticos y medios de prensa se han encargado de posicionar esas
divergencias como una señal inequívoca de que el Estado ecuatoriano es incapaz
de resolver un caso así y que la idoneidad de la investigación que realiza al
respecto es dudosa y no confiable. Esos actores que criticaron a un ministro
por haber “sentenciado” a priori en este caso, hicieron exactamente lo mismo
que critican: sentenciaron que el Ecuador no es capaz de investigar el crimen y
que los resultados de la investigación ecuatoriana no pueden ser aceptados pues
sobre ellos existe el estigma de que están amañados.
Basta un poco de sentido común
para darse cuenta de la cantidad de presión que se coloca sobre los
investigadores, en medio de este escenario hostil al que se los está
exponiendo. ¿Cómo esperar que hagan su trabajo de manera adecuada si ya se está
desautorizando el resultado de las pericias, aún antes de que estas terminen?
Ahora, ¿qué es lo que motiva a
ciertos actores políticos, a determinados medios de comunicación a otras muchas
otras voces en redes sociales a “colgar” anticipadamente a los investigadores y
peritos encargados del tema? La respuesta es simple: la inconformidad de los
familiares de las chicas respecto a la versión de que ellas se fueron con sus
dos presuntos asesinos hasta la vivienda en que las mataron.
Sin embargo, ¿qué es lo que no
cuadra, a decir de los familiares, en la sucesión de los hechos? Ellos han
dicho que las chicas eran tan buenas, tan sanas y tan inteligentes que jamás
habrían aceptado irse con sus asesinos y que habrían huido de inmediato ante esa
posibilidad, con solo ver los feos rostros de los dos implicados. Pero, ¿el
hecho de que hayan accedido a marcharse con ellos las hacía menos buenas, menos
sanas o menos inteligentes? De ninguna manera; absolutamente no. Aún es incierto
el por qué las chicas estaban con sus asesinos y sé que las comparaciones son
odiosas pero en el caso Camargo (quien no era para nada agraciado), 71 mujeres
aceptaron acompañarlo hasta el sitio en que encontraban la muerte, convencidas
por un criminal que con sus palabras era capaz de despertar en ellas un
sentimiento de lástima y eso tampoco las hacía menos buenas, menos sanas o
menos inteligentes.
No obstante, la noción de que
es inaceptable barajar la hipótesis de que se hayan marchado con sus asesinos es
la que lleva a los familiares a pensar que tras este caso está una red de trata
de personas y que, incluso, las dos chicas estarían aún con vida.
Es completamente comprensible
que en una circunstancia tan dolorosa como esta, los familiares expresen dudas
acerca de cómo se maneja la investigación. Es más, están en su pleno derecho de
dudar y de pedir mayores detalles acerca de cómo se han realizado las
indagaciones y por ello se ha aceptado, incluso, la presencia de peritos
argentinos para conocer el caso in situ. Pero de eso a pretender que el trabajo
de las autoridades ecuatorianas deba tener como único fin el confirmar a toda
costa la versión de los familiares y que únicamente bajo esa condición pueda
considerarse a la investigación como valedera y aceptable, es simplemente un desatino.
Pero hay algo más: pocos días
después del deplorable asesinato de las chicas, otro caso alarmó a la opinión
pública. Dos niños fueron degollados en la localidad de Muey, provincia de
Santa Elena. Los pequeños pertenecían a una familia de origen humilde y el
cruel asesinato recibió un tratamiento diferente. Ya nadie cuestiona el devenir
de las investigaciones ni se ha desautorizado la actuación de las autoridades y
la noticia, pese al impacto mediático inicial, ya no es objeto de seguimiento
ni ha vuelto a ocupar las primeras planas de los diarios y noticieros. ¿Por qué
en un caso sí se propendió a una movilización de voces y en el otro no? ¿Cuál
es la interpretación que algunos actores hacen de las situaciones? ¿Acaso la
vida de unas personas son más valiosas que las de otras? ¿Qué es lo que
verdaderamente mueve a la prensa y a ciertos ‘líderes’ de opinión?
Aquello es materia de otro análisis, pero creo
que ya es hora de que la colectividad se detenga a pensar que ante estas
realidades, tan importante como estar pendiente de la actuación de las
autoridades y entidades del Estado, es estar pendiente del comportamiento y las
actuaciones de ciertos estamentos de la sociedad para, ahí sí, plantear la
hipótesis de ¿por qué lo hacen y con qué intenciones?
Por: Sergio Freire
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1 comentarios:
Write comentariosSolo hacer danio al Gobierno... y los opositores de valen de todo, incluso ver en desgracia a la Patria, que pena decirlo pero muchos ecuatorianos son ingratos y sin memoria... que hera el Ecuador del 2006/2007... al Ecuador de hoy... la diferencia es abismal... pero ya nada me sorprenderia que gane... un social cristiano o un banquero la presidencia...
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