Las mismas organizaciones que protagonizaron innumerables marchas, paros y huelgas en el 2015, convocaron el jueves pasado a un nuevo esfuerzo por manifestar su desacuerdo con recientes medidas adoptadas por el gobierno. El clásico discurso desafiante se aplicó para justificar su llamado a la acción colectiva. Al parecer, el pie de lucha sigue estando firme, sin haber rescatado una sola lección luego de casi un año de movilizaciones insulsas. En esta ocasión, el rechazo era a un cuerpo legal que se supone favorecería al trabajador ecuatoriano, la Ley para la Optimización de la Jornada Laboral y Seguro de Desempleo.
Días antes se había efectuado una rueda de prensa en la sede de la CONAIE en la que representantes del Frente Popular, movimiento indígena, Frente Unitario de Trabajadores y otras organizaciones sociales manifestaron sus motivos para la movilización. Sin embargo, luego de escuchar las palabras de los dirigentes surgían varios elementos que permiten emitir un juicio de valor respecto al estado de la situación. Primeramente, quedaba claro que las dirigencias están atrapadas en un círculo vicioso y autodestructivo del que no pueden salir. Ven cómo se aproxima un proceso electoral que pretende dejarlos de lado (a ellos y a sus demandas) a pesar de haber intentado plasmar temas sociales en una agenda política imaginaria, la de la oposición ecuatoriana, que prometía la panacea al concluir el gobierno de la Revolución Ciudadana. Bajo la esperanza de ser reconocidos como actores de peso en el juego político pusieron todos sus huevos en la canasta de la resistencia y a su vez exponiendo ante el país entero, sus más profundas debilidades. Sin darse cuenta, en su afán por recuperar relevancia política han tomado medidas (las únicas que conocen) que les han alejado más del sistema político que tanto repudian, no acercado.
Con una comprensión neandertal de los preceptos democráticos, los manifestantes vieron en la precariedad de la situación económica una oportunidad para posicionar sus discursos y a su vez visibilizar a ciertas figuras políticas que puedan ser beneficiarias del reparto cuando todo se haya calmado. Dan por hecho que al final del gobierno de Correa habrá un festín político que incluya una piñata llamada Revolución Ciudadana. Y es así, cual niño gordo en fiesta infantil, deberán lanzarse a coger los caramelos que caigan cuando los otros niños destrocen esa piñata con furia y alevosía.
Sin descalificar el genuino malestar de la sociedad ante esta etapa de desaceleración y decrecimiento, quedan más dudas que respuestas. Es que es evidente hasta para el mero desconocedor, que esta estrategia de movilización permanente tiene un nivel de desgaste para los mismos proponentes más que una afectación al gobierno. Una de las más claras señales de esto es la evidente falta de apoyo de la ciudadanía ante estas medidas. Otra clara señal de aquello es el desacuerdo entre las dirigencias sindicales e indígenas sobre un camino claro a seguir. La desarticulación es obvia pues no se percibe un cálculo estratégico sino más bien fuerza bruta.
Más relevante, el día jueves, fueron los sucesos tras bastidores de los cientos de humanos caminando sin destino. Me refiero a la tensión creciente al interior del movimiento indígena por la imposición de un candidato por parte de la CONAIE para la coordinación de Pachakutik. Las fricciones que esto ha causado entre Carlos Pérez Guartambel, Presidente de la ECUARUNARI y Jorge Herrera, Presidente de la CONAIE no son menores pues amenazan con despedazar al movimiento indígena desde adentro. Esto sin considerar el conflicto que ha generado en las bases sociales el hecho de que estos actores pretendan apropiarse de la organización política, deslegitimando aún más a la coordinadora actual, Fanny Campos.
Evidentemente las dirigencias vieron prioritaria la movilización que reorganizarse casa adentro. La apariencia de músculo organizativo se supondría es lo que les garantizará supervivencia después del apocalipsis. De acuerdo a la dirigencia sindical, la vida en Ecuador se habría vuelto tan insoportable que se vuelve apremiante la defensa de conquistas sociales. Sin considerar siquiera que esas conquistas no continuarían en un gobierno de derecha empresarial. Derecha empresarial, por cierto, que alegremente se suma a las movilizaciones convocadas por las organizaciones sindicales, pues la apariencia de unidad para ellos también es más importante que la realidad.
En esta coyuntura pre-electoral es más importante actuar como si las aspiraciones de la izquierda radical y la derecha empresarial algún día podrían coexistir pacíficamente, sin el gran obstáculo al bienestar llamado Rafael Correa. Sin embargo, con cada movilización o intento de coalición se vuelve dolorosamente evidente que la desarticulación de los sectores políticos es total.
Sospecho del “timing” de las organizaciones sociales de izquierda para lanzar su marcha. El resto de la clase política ecuatoriana se encuentra enclaustrada en sus cuevas fraguando su “blitzkrieg” electoral, cocinando alianzas deleznables y repartiéndose el país. Los sindicalistas recurren al único mecanismo que tienen bajo la manga para insertarse a la fuerza en el escenario político.
Las declaraciones públicas de los dirigentes sindicales y de organizaciones sociales daban a conocer las supuestas motivaciones para la nueva jornada de movilización pues en Ecuador “hay crisis económica”. Desconociendo los esfuerzos del gobierno por enfrentar la misma, se movilizan a fin de exigir medidas. Como si las reformas no fuesen intentos, al menos, de mitigar el impacto de la crisis por parte del gobierno.
De cualquier forma, el discurso utilizado por los dirigentes apelaba a nociones caducas de la movilización, de resistencia y la lucha de clase que suenan loables únicamente en la cabeza de un par de dirigentes. Pero que, lejos de convocar a la unidad nacional o la participación del resto de la ciudadanía, conducen a la intencional caotización de la cotidianidad del ciudadano común. ¿Si aún no comprenden que esto no les ganará adeptos de la sociedad, que se puede hacer? Más bien, estas estrategias han enmarcado a las organizaciones sociales, sus dirigentes y a sus demandas en un sectarismo impenetrable y excluyente. Esto impide hasta la más mínima empatía de quiteños apolíticos que preferirían llegar a su casa a tiempo de no ser por el tráfico causado por una manifestación.
Es difícil pretender que la intención real no es llevar al debilitamiento del sistema político y una deslegitimación del gobierno, como si ese resultado fuese beneficioso para el país. No lo es, nunca lo ha sido. Sin embargo, las organizaciones sociales y sindicales mantienen con necedad prácticas que les fueron funcionales hace 30 años. Su coctel de violencia, clasismo y permanente obstrucción no es del agrado de una mayoría silenciosa que preferiría ver a su gobierno (y a la política pública como tal) ser operativos, pragmáticos y funcionales al momento de la toma de decisiones nacionales.
Si bien el discurso público y mediático alrededor de la movilización convoca a la ciudadanía a unirse en apoyo a las organizaciones sociales y sindicales en oposición al gobierno, en redes sociales y medios alternativos el discurso conlleva otras connotaciones que se refieren más a la necesidad de confrontación, a la violencia y la eliminación del statu quo. Lo que no dicen los dirigentes a nivel mediático, se dice en las convocatorias que se pueden ver fácilmente en las páginas de Facebook o Twitter de los mismos dirigentes y/o militantes.
Evidentemente es un discurso más agresivo que el televisado. Es incendiario y busca provocar ira irracional ¿Con éste discurso se pretende alentar a la ciudadanía a unirse? No lo veo probable.
Sin embargo, en esta coyuntura el posicionamiento de actores candidatizables se vuelve más importante que las mismas causas por las que se supone están luchando. Es un tribalismo sectorialista que demuestra la fragilidad de un sistema político y de partidos que no ha logrado consolidarse de manera que sirva como hilo conductor entre las demandas ciudadanas y el accionar del Estado. Este desconecte existe ciertamente, sin embargo, complicarlo más tal vez no sea conducente a la estabilidad, a pesar de lo que piensen los dirigentes.
Esta movilización es la primera de varias que asomarán en el transcurso del año, y con mayor intensidad conforme se acerquen las fechas electorales relevantes a la definición de candidaturas. Lo que está en juego es precisamente la representación, curiosamente, de los ciudadanos que no se manifiestan. Está en juego la lucha por el poder, entendido éste (para un dirigente gremial) como la capacidad de orientar la política pública y sus beneficios directamente a la tribu que él o ella represente, pues todos tienen esa necesidad imperiosa de gritar a los cielos que el gobierno no les ha atendido y protestar. Queda por verse en qué medida se logren prebendas coyunturales a raíz de la presión ejercida al gobierno. Dudo que alguna. Queda por verse también si el gobierno está en condiciones o dispuesto a ceder un milímetro por caprichos de un sector sobre otro. Tal vez no deba hacerlo. Pero por sobre todo, queda por verse si luego de tanta movilización, las organizaciones sociales generan el repudio de la ciudadanía común que ve innecesaria y perniciosa tanta confrontación.
Por Mateo Izquierdo
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2 comentarios
Write comentariosBien dicho
Reply......... mmm me huele extraño, ahora esta Página WEB, está muy coherente,muy justa..por ende muy coerrista... que raro, hasta hace poco fueron muy opositores,es decir mintiendo y escribiendo que todo es culpa de Correa... mmm extraño será porque vienen las elecciones???.... y muy a favor del pueblo.... quien les financia???
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